Hoy se celebrarán elecciones en Estados Unidos, la cuales sán históricas, sin duda alguna. Ya mañana comentaremos los resultados. Hoy me interesa señalar uno de los hechos más interesantes que ha aportado la, de por sí, interesante eleción del 2008: la consolidación de las nuevas caracterizaciones del votante americano.
Si sus hijos juegan al fútbol, ella es independiente. Si, en cambio, ellos practican hockey sobre hielo, ella es republicana. Si él toma cerveza, es partidario de John McCain. Si prefiere el vino, es demócrata. Y si él es plomero y ella vive un poquito más allá de los suburbios, en los llamados "exurbios", pues estamos hablando ede las estrellas de 2008, los objetos del deseo de los candidatos presidenciales y el blanco de sus millonarias embestidas publicitarias. A cada uno de ellos, a cada definición del votante norteamericano, lo siguen un mensaje, una publicidad, un acto, una entrevista, una llamada telefónica. A cambio, tal vez los candidatos reciban su sufragio. Oferta del marketing político, eeste "glosario del votante" acompañó durante toda esta larguísima campaña a los asesores de Barack Obama y John McCain por todos lados y a toda hora. En él, está la radiografía de quiénes son, qué quieren y necesitan, por qué votan como votan los norteamericanos.
Los sondeos suelen diferir sobre cuántos votantes registrados son demócratas y cuántos republicanos. Una encuesta de la revista Newsweek la semana pasada adjudicó el 40% a cada partido y describió al restante 20% como independiente. Por su parte, un estudio del Centro Pew, de agosto, advirtió que el 51% de los norteamericanos en edad de votar se identifica con los demócratas y el 45% con los republicanos. Pero Ansiosos, entonces, por identificar con mayor precisión a los votantes, los gurúes del marketing llegaron al auxilio de las encuestas con un arma: las etiquetas.
De ellas, la que hizo historia en el manual de las campañas electorales de fines de siglo XX fue "la madre del fútbol". Mujer de clase media y madre dedicada que vive en los suburbios, ella carga sus autos con niños para llevarlos a los entrenamientos, al colegio, a clases de música.
Su vida es su familia. La educación y el futuro de sus hijos son sus mayores preocupaciones y su voto no tiene dueño. Con ese perfil, ella fue la protagonista de la reelección de Bill Clinton, en 1996.
Pero Estados Unidos se modificó, fue blanco de un ataque terrorista, se involucró en dos guerras y la "madre del fútbol" pasó a ser la "madre de la seguridad". En 2004, ella ayudó a George W. Bush a alcanzar su reelección.
Llegado 2008, "la madre del fútbol" volvió a cambiar. Por un lado, se mudó. Por el otro, sus hijos practican otro deporte. Cuando fue nominada, Sarah Palin se presentó como el símbolo de la "madre del hockey". Esta es una mujer más aguerrida que la "madre del fútbol", endurecida por el frío del Norte, donde el hockey sobre hielo es equiparable a una religión. Al asociarse a ella, la candidata republicana a la vicepresidencia pretendía asegurarse su voto. En las últimas semanas, McCain y Palin apuntaron a la otra versión de la "madre del fútbol". A medida que los suburbios se superpoblaron, la "madre del fútbol" buscó calma un poco más lejos todavía de la ciudad, en los "exurbios". Allí, en flamantes y prósperos emprendimientos inmobiliarios, se instaló con su familia. En 2004, Bush triunfó abrumadoramente en los "exurbios". Hoy, la crisis arrastró a muchas de las casas de esos barrios al remate y la madre "exurbana" está indecisa. De los 94 condados considerados "exurbios", 70 están en estados disputados. "El hombre del patio"
La "madre exurbana" está casada con el "hombre del patio", un profesional de pocas ambiciones y satisfecho con su vida alejada de la ciudad.
En esta campaña, tan perseguido como "la madre exurbana" es "Joe el plomero". Símbolo de la clase trabajadora afectada por la crisis financiera, Joe Wurzelbacher tuvo sus 15 minutos de fama cuando, en una calle de Ohio, le preguntó a Obama qué iba a hacer, si era elegido pesidente, para que no subieran los impuestos. Inmediatamente se transformó en el modelo del votante que tanto demócratas como republicanos quieren atrapar. A tal punto que "Joe el plomero" tiene sus propias versiones de diferente signo, según unas entrevistas publicadas por el periódico británico The Independient.
Mark Ackers, de 53 años, se autodefine como "Mark el carpintero". Tuvo, hasta este año, su propio negocio de construcción de decks; pero la crisis diezmó su trabajo y cerró su pequeña empresa. Meses después consiguió trabajo, pero en Kuwait, donde ayuda a construir las cajas de armas que los soldados norteamericanos usan en Irak. "Nunca imaginé que tendría que cerrar mi empresa de 25 años. No tuve salida ni ayuda; de repente todo el trabajo se secó. Yo soy republicano de toda la vida, pero ahora ellos no se merecen mi voto", dijo a The Independient .
Conscientes de la volatilidad de "Joe el plomero", McCain u Obama suelen estar acompañados del patriótico "Jim el soldado" o de "Tito el obrero", representante de un bloque de votantes que hoy es esquivo a los republicanos, el latino. "Joe el Plomero" también tiene un antecesor. Protagonista infaltable de cualquier campaña electoral es "Joe six pack", que vive en una ciudad pequeña, es empleado de una fábrica, llega a su casa con un paquete de seis cervezas bajo el brazo y se sienta a mirar televisión. Es la cara de clase trabajadora que se identifica con los sectores más populistas del Partido Republicano.
"Joe six pack" tiene una contracara en las grandes ciudades. Es el "progresista que toma vino y come queso brie", un profesional educado, cosmopolita, que mira cine francés, maneja autos suecos o alemanes y es inclaudicable en su lealtad al Partido Demócrata. De las diez ciudades con mayor cantidad de graduados universitarios, sólo dos -Raleigh, en Carolina del Norte, y Lexington, en Kentucky- votaron por Bush en 2004. "Joe six packs" y "Joe el plomero", el "hombre del patio" y "el progresista bebedor de vino" se miran con desconfianza. Intercambian, de la mano de los candidatos o de los medios, acusaciones, ignorancia, complacencia o elitismo.
Pero, con el voto de los negros y de los hispanos capturado por los demócratas, en ellos está hoy la llave de la Casa Blanca.