Se realizaron este fin de semana marchas ciudadanas monstruo en las principales ciudades mexicanas contra la criminalidad que nos atosiga. ¡Qué bueno! Pero este Oso insiste ya va siendo hora de hacer marchas de protesta contra nuestros gobernantes, a la argentina, bajo la consigna de ¡Qué se vayan todos! Urge una sacudida a nustro podrido sistema político, en muy buena medida causa del problema de la inseguridad.
La inseguridad pública se ha convertido en el principal asunto que preocupa hoy a los mexicanos, para desazón del irresponsable del Pejelagarto, que anda indignadísimo porque ha pasado a un segundo plano su campañita contra la reforma petrolera. Ha de pensar, como siempre, que la inseguridad es un "compló" de la derecha. Pobre diablo.
Según un informe del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, la ola de inseguridad les cuesta a las familias y empresas alrededor de 18,000 millones de dólares anuales, una cifra que equivale al 2.3% del PIB. Siguiendo la misma fuente, ha habido más de 2900 homicidios del crimen organizado en lo que va del año, que ya supera los registrados en todo 2007; un promedio diario de asesinatos que llegó a la inédita cifra de 12 desde enero y casi dos secuestros cada 24 horas. El escandaloso nivel de violencia que alcanzó la guerra entre los carteles de la droga y el crimen organizado en el que está sumido México se debe a diversos factores, como las disputas territoriales entre los principales grupos del narcotráfico, la ineficaz estrategia del presidente Felipe Calderón para combatirla y la debilidad del sistema judicial.
Desde Zedillo ya venía mal la cosa, pero lo cierto es que desde la incompetente y frívola gestión de Vicente Fox se descuidó aún más la seguridad pública, en particular el combate al narcotráfico, y nunca hubo un saneamiento del sistema judicial y de la policía, pese a la infinidad de promesas ofrecidas por el charrito éste, mientras que en la Ciudad de México el par de megalómanos que nos han tocado últimamente como jefes de gobierno poco han servido para -por lo menos- paliar el problema, mareados -cómo hasta la fecha están- por sus sueños presidenciales.
La cantidad de asesinatos en México ha aumentado en forma progresiva desde hace cuatro años,. En 2004, el promedio diario de asesinatos fue de menos de dos. Al año siguiente, de casi tres, y en 2006, de cuatro. La estrategia que aplicó Calderón, es básicamente represiva, pero no ataca al nervio financiero del narcotráfico, que lava su dinero en el abominale sistema bancario mexicano. El gobierno no quiere llegar a los delincuentes de cuello blanco ni tocar la red de complicidades que, es evidente, invade las esferas públicas a nivel estatal y federal. Se trata de un gobierno débil, rehen del de los partidos que le hacen oposición e incluso de los oscuros intereses que invaden al partido de hoy oficial.
El recrudecimiento del enfrentamiento entre los principales grupos del narcotráfico comenzó en 2001, cuando "El Chapo" Guzmán, jefe del cartel de Sinaloa y uno de los criminales más buscados del país, se fugó del penal de Puente Grande "por la Pierta Grande". A partir de allí, el grupo se fragmentó y aumentaron las disputas territoriales con los carteles del Golfo y de Juárez por las rutas de la droga hacia los Estados Unidos. El Chapo y su socio "El Mayo" Zambada mantienen una guerra abierta contra sus antiguos aliados, los hermanos Beltrán Leyva, a quienes se presume unidos ahora al grupo de sicarios conocidos como "Los Zetas", sanguinarios ex militares que actúan como brazo armado del cartel del Golfo. Tan salvaje de cadáveres mutilados, decapitados, embolsados y hasta con "narcomensajes" para los capos rivales. Este nivel de violencia pone en jaque el margen de acción del gobierno. La cultura de la impunidad reina en México, donde se puede matar y no pasa nada.
Pero el problema de los descabezados difícilmente será ser solucionado por los descerebrados que nos mal gobiernan. Para empezar requiere de un sistema judicial creíble, porque sin eso no se puede perseguir a los criminales, pero a pesar de ser elemento de discurso en los últimos años el sistema judicial ha sido desantendido, algo que fue aprovechado por el crimen organizado para diversificar sus actividades de financiamiento, como con los secuestros, los asaltos y el robo de autos, que han sufrido un aumento dramático para el país. El hecho fehaciente es que hay corrupción estructural, con policías al servicio de la delincuencia.
Obviamente, no puede perderse de vista los órigenes sociales de la delincuencia. El desempleo alcanza al 25% de la población y más del 40% está bajo la línea de la pobreza. La base de apoyo social del narcotráfico comprende a más de 500,000 personas, muchos de ellos sembradores. Mientras no haya una política económica y social para reducir la pobreza será difícil revertir la situación.
El reto que implica la lucha contra la criminalidad es titánico. La pregunta reside en saber si nuestra desprestigiada, descastada, ilegítima, amoral e incompetente clase política tiene la fuerza, legitimidad y voluntad necesarias para combatir el desafío. Este Oso opina que no, y que es la hora del despertar ciudadano:
¡Qué se larguen todos! ¡Pero ya!