En los últimos años de eternas discusiones de reformas del Estado en México, una de las ideas favoritas de muchos de nuestros opinadores ha sido adoptar la reelección legislativa inmediata e indefinida con el supuesto propósito de “profesionalizar la labor legislativa”. Esto es falso. La realidad de cualquier parlamento que se quiera ver es que los legisladores realmente importantes y productivos son siempre un puñado, mientras que la mayoría simplemente se dedica a levantar el dedo presentando pocas iniciativas trascendentes y participando escasamente o nada en las discusiones de fondo. Son “una asamblea de ociosos caros y tontos”, parafraseando a Bierce. La verdad es que muchos legisladores son capaces de reelegirse de manera indefinida, no porque la gente les reconozca capacidad o mérito como legisladores, sino porque han sido capaces de establecer poderosas redes clientelares y políticas que les permiten conservar el escaño a veces por décadas o por que pertenecen a las estructuras de mando partidistas y, por ello, tienen garantizada su perenne aparición en las listas plurinominales. De instaurarse en México la reelección presidencial, lo más seguro es que veríamos a los Bejaranos, Padiernas, Gamboas, Manlios y demás fauna eternizarse en las cámaras. ¿Es lo que queremos? Lo dudo.
Nuestros opinadores deberían asomarse más a las experiencias internacionales en materia de sistemas políticos y electorales y dejar a un lado los clichés y fórmulas facilonas. Enterarse de lo que pasa en el mundo es muy útil. En Chile, por ejemplo, está a punto de aprobarse una reforma para la limitación del período de reelección parlamentaria, luego de que la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia aprobara una moción que restringe a un período sucesivo la repostulación de los senadores en ejercicio y a dos la de los diputados.
El proyecto de ley, que cuenta con el patrocinio de diputados de todo el espectro político chileno, fue resuelto por la Comisión de Constitución en sólo un mes.
En sus fundamentos, el proyecto plantea que la reelección indefinida “fomenta el clientelismo y el desprestigio de la actividad política, dificulta que una persona del mundo privado acceda a un cargo de elección popular -porque desplazar a alguien que ostenta el cargo es muy difícil y excepcional-, atenta contra la renovación de ideas y de propuestas, y afecta la eficiencia y el buen ejercicio de la labor parlamentaria”.
Claro, el hecho que los propios legisladores se autoimpongan un límite permite prever un resultado incierto en sala. En la Comisión de Constitución surgió el primer signo, al aprobarse una indicación según la cual la restricción no regirá en las elecciones del 2009, sino recién a partir de la del 2013. Pero la presión de la ciudadanía chilena para poner límites a la capacidad de reelección de los “representantes populares” ha sido muy intensa. Es una muy mala señal frente a la ciudadanía que permanentemente los cargos parlamentarios sean servidos por las mismas personas. Debemos aprender que no es una práctica sana hacer del Congreso una carrera para vivir de la política, ni de los partidos, por cierto. Hay que invitar a gente de otras actividades del quehacer nacional a hacer su aporte e impedir que se instaure una especie de “cinismo parlamentario”.
Claro no quiere decir que esté de acuerdo en que las cosas permanezcan como están. Como ya apunté arriba, hay buenos parlamentarios que de manera legítima tienen el derecho a aspirar a reelegirse por uno o dos períodos, pero también hay que permitir la generación de nuevos liderazgos y evitar que se perpetúen vividores de la política en las cámaras. Propongo hacer lo que Chile: establecer el derecho a senadores a una sola reelección consecutiva y a los diputados un máximo de dos.
Nuestros opinadores deberían asomarse más a las experiencias internacionales en materia de sistemas políticos y electorales y dejar a un lado los clichés y fórmulas facilonas. Enterarse de lo que pasa en el mundo es muy útil. En Chile, por ejemplo, está a punto de aprobarse una reforma para la limitación del período de reelección parlamentaria, luego de que la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia aprobara una moción que restringe a un período sucesivo la repostulación de los senadores en ejercicio y a dos la de los diputados.
El proyecto de ley, que cuenta con el patrocinio de diputados de todo el espectro político chileno, fue resuelto por la Comisión de Constitución en sólo un mes.
En sus fundamentos, el proyecto plantea que la reelección indefinida “fomenta el clientelismo y el desprestigio de la actividad política, dificulta que una persona del mundo privado acceda a un cargo de elección popular -porque desplazar a alguien que ostenta el cargo es muy difícil y excepcional-, atenta contra la renovación de ideas y de propuestas, y afecta la eficiencia y el buen ejercicio de la labor parlamentaria”.
Claro, el hecho que los propios legisladores se autoimpongan un límite permite prever un resultado incierto en sala. En la Comisión de Constitución surgió el primer signo, al aprobarse una indicación según la cual la restricción no regirá en las elecciones del 2009, sino recién a partir de la del 2013. Pero la presión de la ciudadanía chilena para poner límites a la capacidad de reelección de los “representantes populares” ha sido muy intensa. Es una muy mala señal frente a la ciudadanía que permanentemente los cargos parlamentarios sean servidos por las mismas personas. Debemos aprender que no es una práctica sana hacer del Congreso una carrera para vivir de la política, ni de los partidos, por cierto. Hay que invitar a gente de otras actividades del quehacer nacional a hacer su aporte e impedir que se instaure una especie de “cinismo parlamentario”.
Claro no quiere decir que esté de acuerdo en que las cosas permanezcan como están. Como ya apunté arriba, hay buenos parlamentarios que de manera legítima tienen el derecho a aspirar a reelegirse por uno o dos períodos, pero también hay que permitir la generación de nuevos liderazgos y evitar que se perpetúen vividores de la política en las cámaras. Propongo hacer lo que Chile: establecer el derecho a senadores a una sola reelección consecutiva y a los diputados un máximo de dos.