jueves, 5 de noviembre de 2009

La moralina de Tony Blair


Una vez que el pesado ese de Vaclav Klaus ha ratificado el Tratado de Lisboa, procede ahora que los líderes Europeos elijan a las dos autoridades principales de la UE contempladas en dicho acuerdo: un Presidente del Consejo y un nuevo Alto Comisionado para la Política Exterior, los cuales procurarán (se supone) que Europa se deje de añoranzas y ridiculeces y proceda a tener una política exterior y de seguridad común que le devuelva relevancia de genuina superpotencia mundial. Mucho se ha hablado de Tony Blair como posible “presidente de Europa”. No lo va a ser. Procede de la euroescéptica Gran Bretaña, su incondicional lianza con Bush cayó muy mal a la mayoría de los europeos y, lo más importante, es una figura demasiado fuerte como para ser del gusto de los gobernantes europeos, siempre tan celosos de su “soberanía”.
Como mucha gente, tengo sentimientos encontrados con este Tony Blair. Admiro al líder capaz que hizo renacer al Partido Laboristas de las cenizas en la que lo dejo la loony left en los años ochenta, de llevar a buen puerto la compleja negociación de paz en Irlanda del Norte, de haber entendido que las reformas de Thatcher eran irreversibles (sólo dizque trató de dales un rostro, digamos, más “humano”) y de manejar de forma tan magistral su figura mediática. Pero de este mismo señor me repugna el tufillo de su moralina, su ridículo espíritu de cruzado, la “seguridad sacerdotal de la que hace gala constantemente, sobre todo cuando se equivoca (Norman Birbaum Dixit)”. Es un hombre sin sentido el sentido del humor, inteligencia profunda y abismal cultura de otros verdaderos estadistas británicos como Disraeli, Churchill, Pitt, Palmerston o Salisbury. Es heredero de la estricta moralidad del aburrido Gladstone. Esta gente tan gazmoña es muy peligrosa. Para acabarla, hace poco se convirtió al catolicismo, en medio de gran parafernalia. ¡Quién carajo, a estas alturas, se convierte al catolicismo, con un demonio!

Pero no será el presidente. En todo caso, ojalá. Pese a sus ingentes defectos, lo menos tiene una incuestionable capacidad de liderazgo. Este cargo tiene la talla sólo para un ex jefe de Estado o de gobierno de ran estatura, como Schröder (le vendió el alma a Gasprom), Amato, Villepin (quemado y a punto de ir al bote), Staruss-Kahn o Felipe González. Pero los “líderes” europeos van a querer un ratón. No extrañaría que se decidieran por un luxemburgués. ¡Vaya mediocridad esa de que Europa fuera presidida por un luxemburgués por culpa de los temores y pruritos de siempre de sus pusilánimes mandatarios! Más probable es que sea el bobito primer ministro de Holanda, Balkende, cuyo principal mérito es parecerse a Harry Potter, o alguna figurilla menor procedente de cierto país pequeño y relativamente poco influyente. ¡Qué lástima de oportunidad perdida!

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