El debate sobre la reforma al sistema sanitario en Estados Unidos está sacando a flote, una vez más, la execrable hipocresía de los que se dicen "Pro Vida", aquellas buenas conciencias que se sienten tan santas y generosas porque defienden la vida de los nonatos, pero desprecian con intolerancia y fanatismo singulares las miles de vidas que se pierden de mujeres que fallecen en abortos clandestinos.
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