Estos “pecadillos” son particularmente embarazosos en Estados Unidos. Hay una larga lista de cabroncillos que han visto su carera política aniquilada por andar de putañeros: los senadores republicanos John Ensign y David Vitter, el ex presidente de la Cámara Newt Gingrich, los precandidatos presidenciales demócratas John Edwards y Gary Hart, el ex gobernador de Nueva York Eliot Spitzer (en la foto, la puta que lo hundió), el ex alcalde de Nueva York Rudy Giuliani, y el actual gobernador de Nueva York, David Paterson. Esto, sin olvidar aquella absurda aventura de Clinton con la Lewinsky.
No siempre fue así. Hay políticos que se dedicaron a andar en la vacilada en privado y nunca lo pagaron en público, entre ellos John F. Kennedy y Franklin Roosevelt. Pero ya no. Este es un mundo diferente. Los medios todos lo invaden y aman los escándalos de forma insaciable. Se alimenta de las hazañas de Paris Hilton, Lindsay Lohan y Britney Spears. Eso hace mucho más sorprendente que estos hombres tienten al destino. Y, particularmente, los hombres con aspiraciones presidenciales.
¿Cuál es la razón de que muchos políticos no puden refrenar sus "bajas pasiones"? Los psicólogos (también en Yucatecolandia) opinan que el narcisismo es un motor, pero también un riesgo profesional para los dirigentes políticos. Sabido es que se debe tener un ego desmesurado para aspirar a un cargo público. En el proceso de obtener el poder, los políticos empiezan a considerarse amos del universo, amos de un conjunto particular de reglas éticas, amos de las decisiones sobre uno mismo. Creen que están por encima de la moral convencional.
Claro, la adrenalina y excitación producida por la actividad sexual ilícita es común a muchísimas personas, políticas o no, pero en los políticos es complemento natural de su hambre por amor y reconocimiento. Quienes se dedican a la política son seres emocionalmente deficientes rehenes de profundas inseguridades y complejos. Son individuos manipuladores y egoístas. Necesitan ganar reconocimiento público a como dé lugar para poder sobrevivir. Adoran ser elogiados y con frecuencia se rodean de enjambres de halagadores. Necesitan del poder para sentirse amados, porque temen que por sí mismo jamás lo lograrían
¡Qué lejos está El Oso Bruno de las necesidades de todos estos traumados! Él, que siempre fue un conquistador nato que sólo precisó de su inmensa simpatía y poderosa personalidá y jamás necesito del afrodisiaco del poder (Kissinger dixt), ni del dinero para ser idolatrado por el sexo opuesto
Pinches políticos, ¡Qué lástima me dan!