Hace algunas semanas terminó un juicio de cinco meses en el que sólo tres de los tres de los ocho musulmanes británicos acusados de tratar de perpetrar un famoso complot para derribar con explosivos líquidos aviones transatlánticos en pleno vuelo fueron declarados este lunes culpables. Pero, tras más de 50 horas de deliberación, el jurado no halló pruebas de que los acusados estuviesen implicados en un complot específico para derribar aviones, como afirmaba la acusación. Fue gracias a la supuesta desarticulación de esta supuesta trama conspirativa -en agosto del 2006- que se impusieron en los aeropuertos de todo el mundo nuevas y absurdas medidas de seguridad, como esa se impedir que los sufridos viajeros suban al habián con cualquier tipo de líquido, haciendo la de por si insufrible expereincia de subirse a un avió todavía más intolerable.
Tal y como lo comentamos en su oportunidad, ahora tenemos que tal complot no tenía, ni de lejos, las dimensiones que pretendieron achacarle en un principio. El jurado, formado no logró emitir veredictos en el caso de otros cuatro imputados y absolvió a un octavo. Se supone que los ocho hombres planeaban introducir explosivos líquidos en los aviones para eludir los controles de seguridad de los aeropuertos. Una vez en los aviones, los acusados completarían de alguna manera "mágica" todos los "componentes" de la bomba líquida-ya que nunca se pudo determinar una forma racional en la que pudiera ser hecho- y las detonarían tras el despegue. Según la acusación, el supuesto complot podría haber causado un número de bajas sin precedentes y un impacto similar a los atentados del 11 de septiembre del 2001 contra Estados Unidos. Pero en su defensa, los hombres -que habían grabado vídeos denunciando la política exterior de Occidente- aseguraron que lo único que planeaban era causar un espectáculo político y no asesinar a nadie.
Lo que quedó probado, entonces, es la versión de los muchos analistas serios que calficaron como "inverosimil" este complot desde un principio. Y es que desde el principio, las autoridades británicas y estadounidenses afirmaron que el artefacto explosivo era "una bomba líquida", aunque no se encontró bomba alguna –ni líquida ni sólida– en ninguno de los lugares inspeccionados ni en poder de ninguno de los sospechosos. "Líquidas tienen las nalgas", clamó El Oso Bruno. Tampoco se demostró que ninguno de los sospechosos esté capacitado para fabricar, transportar ni hacer estallar la supuesta "bomba líquida" que, de haber existido, se compondría de una mezcla extremadamente inestable e imposible de manipular por personas no expertas No se ha presentado prueba alguna en cuanto a la naturaleza de la bomba líquida mencionada que pueda hacer establecer la implicación de alguno de los sospechosos. Además, no se ha encontrado ninguno de los elementos indispensables para la confección de una "bomba líquida". Tampoco existe la menor señal de alguna prueba de la procedencia del líquido explosivo (la fuente) ni en cuanto a saber si el líquido fue comprado en Gran Bretaña o en otra parte.
Incluso después que el cuento de la bomba líquida se hundiera en el ridículo y casi en el olvido, el viceasistente del fiscal general británico Peter Clark afirmó que "el equipamiento necesario para la fabricación de una bomba, como productos químicos y componentes electrónicos, nunca fueron encontrados"
Sin embargo, pese a todas estas evidencias en contra de la estúpida versión conspirativa, y a que las líneas aereas han exigido ya, los gobiernos sin sin relajar su tan estricta como ridícula polótica de restricciones a los viajeros.
¡Bajenle ya a su paranoia, carajo, y háganos la vida un poquito menos pesada!