“La necesidad de ir tras la búsqueda de la verdadera felicidad es el fundamento de todas las libertades”, tan tenía razón John Locke cuando dijo esto, que por eso no me parece para nada descabellada (aunque, desde luego, bastante cursi) la idea de mi amigo David Razú de formar un partido que establezca como meta la consecución de la felicidad para todos Hace poco, un think tank británico se puso a medir la felicidad o infelicidad de los países, teniendo en cuenta la posibilidad de éstos de darles una buena vida a sus habitantes, respetando el medio ambiente y los recursos naturales. Con el título “Indice del planeta feliz”, llegaron a la conclusión de que el mejor sitio para vivir en el mundo es Vanuatu, una minúscula isla en el océano Pacífico. Vanuatu es un país con 209,000 habitantes que viven de la agricultura y de la pesca, sin un ejército permanente, con playas, flora y fauna muy bien preservadas y un promedio de vida de 68,6 años. Económicamente hablando, Vanuatu aparece en otra estadística en el lugar 207 sobre un total de 233 países seleccionados, pero en la investigación el dinero y el poder no se tienen en cuenta. De hecho, Estados Unidos ocupa uno de los últimos puestos en materia de felicidad, en un listado de 178 países.
“El índice desnuda la economía hasta su concepto más básico: lo que usamos (recursos) y lo que obtenemos (vidas humanas, más o menos largas, más o menos felices)”, contaron los investigadores del Think Tank , “Está claro que ninguna nación de la lista tiene todo resuelto, pero el índice revela cómo podemos llevar a cabo una vida más larga y más feliz respetando nuestro medio ambiente”. En este índice de felicidad, Colombia, Costa Rica, Dominica, Panamá y Cuba serían los países más felices de América latina y el Caribe. La Argentina, México y Brasil, los tres gigantes del continente, ocupan puestos de media tabla en el ranking mundial.
La verdadera felicidad procede de la posesión de la sabiduría y virtud, no de la acumulación de bienes externos, dijo Aristóteles. Quizá la felicidad de los habitantes de Vanuatu pase por esta otra posesión, espiritual, de la cual habla el filósofo. Para la Universidad de Leicester, en cambio, que realizó otro experimento –un “mapa mundial de la felicidad”–, el factor económico es tenido muy en cuenta. En este segundo estudio de Gran Bretaña se reunieron 177 países y la idea de “felicidad” se basó en la esperanza de vida, en el bienestar económico y en la educación de la población (el acceso a la enseñanza secundaria). Los primeros países en el ranking fueron Dinamarca y Suiza. Luego Austria, Islandia, Bahamas, Finlandia y Suecia. Los Estados Unidos ocuparon el puesto 23; el Reino Unido, el lugar 41, y España, el 46. En América latina, Venezuela estaría encabezando la lista de la felicidad (en el puesto 25 y para gran felicidad de Chávez, que no tardó en presumir el asunto como otro “gran logro” de la revolución Bolivariana) y, otra vez, Argentina, México y Brasil estarían mediando. Eso sí, en ambos estudios el último lugar de la felicidad lo tiene se encuentra Zimbabwe.
La verdadera felicidad procede de la posesión de la sabiduría y virtud, no de la acumulación de bienes externos, dijo Aristóteles. Quizá la felicidad de los habitantes de Vanuatu pase por esta otra posesión, espiritual, de la cual habla el filósofo. Para la Universidad de Leicester, en cambio, que realizó otro experimento –un “mapa mundial de la felicidad”–, el factor económico es tenido muy en cuenta. En este segundo estudio de Gran Bretaña se reunieron 177 países y la idea de “felicidad” se basó en la esperanza de vida, en el bienestar económico y en la educación de la población (el acceso a la enseñanza secundaria). Los primeros países en el ranking fueron Dinamarca y Suiza. Luego Austria, Islandia, Bahamas, Finlandia y Suecia. Los Estados Unidos ocuparon el puesto 23; el Reino Unido, el lugar 41, y España, el 46. En América latina, Venezuela estaría encabezando la lista de la felicidad (en el puesto 25 y para gran felicidad de Chávez, que no tardó en presumir el asunto como otro “gran logro” de la revolución Bolivariana) y, otra vez, Argentina, México y Brasil estarían mediando. Eso sí, en ambos estudios el último lugar de la felicidad lo tiene se encuentra Zimbabwe.
El año último, en otra singular experiencia, seis especialistas británicos –para variar, ¿Pos que obsesión se traen los british con esto de la felicidá?) trabajaron durante varios meses para mejorar al nivel de felicidad de un pueblo del Reino Unido llamado Slough. Al experimento le siguió una miniserie de cuatro episodios que se pasó por televisión y que se llamó Haciendo feliz a Slough. Entre las técnicas utilizadas estaban las siguientes acciones: llamar a un amigo, cuidar una planta, abrazarse a los árboles, sonreírle a gente desconocida y, vaya ironía, bajar a la mitad las horas en que se ve TV. Había también sugerencias más extravagantes y palmariamente cursis de maneras de sembrar –desde uno mismo– “semillas de felicidad”. La felicidad de todos empezaría y terminaría en la felicidad de cada uno. Pasaría por otras rutas, más íntimas y privadas, independientes de los factores externos. Se basaría en un cambio de actitud interior, en uno mismo y, por supuesto, en un contacto más intenso con la naturaleza, en una mejor comunicación con nuestros semejantes. Esto corroboraría lo dicho por Schopenhauer cuando manifestó: “La felicidad que recibimos de nosotros mismos es mucho mayor que la que obtenemos de nuestro entorno”. Lo cual coincide con un aforismo del siglo XVII que reza: “El verdadero sabio es aquel capaz de ser feliz en situaciones extremas”.
Según los tres experimentos hechos en Inglaterra pareciera que ese estado de felicidad, que antes era considerado personal y subjetivo, puede proyectarse hoy a las sociedades como un hecho acumulativo y plural, mensurable y objetivo. De todos modos, la felicidad social no podría existir sin la felicidad individual, que no tiene recetas ni soluciones simplistas. Lo cual no significa que sea imposible, sobre todo desde un “yo” tranquilo, centrado y dispuesto a dar y recibir lo mejor.
Todo esto me lleva a insistir en plantear la fundación de ese partido de la felicidad. ¿Para qué estamos en el mundo? ¡Para tratar de ser felices, carajo! Ese sería su slogan. Exaltaría la sabiduría de Bután, pequeña y modesta nación asiática (de donde es el gas butano), única en el mundo que ha puesto la felicidad en el centro de su estrategia de desarrollo. ¿Qué que idea tan estúpida?, dirá algún sesudo lector. Pues bien amigo, te informo que Japón, sí, Japón, está por incorporar el FIB (felicidad Interna Bruta) como su mejor índice de progreso. Aunque la economía de Bután es nueve mil veces inferior a la del Japón, la gente de Bután es muchísimo más feliz. Japón, según las estadísticas, tiene el más alto índice de suicidio del mundo
Todo esto me lleva a insistir en plantear la fundación de ese partido de la felicidad. ¿Para qué estamos en el mundo? ¡Para tratar de ser felices, carajo! Ese sería su slogan. Exaltaría la sabiduría de Bután, pequeña y modesta nación asiática (de donde es el gas butano), única en el mundo que ha puesto la felicidad en el centro de su estrategia de desarrollo. ¿Qué que idea tan estúpida?, dirá algún sesudo lector. Pues bien amigo, te informo que Japón, sí, Japón, está por incorporar el FIB (felicidad Interna Bruta) como su mejor índice de progreso. Aunque la economía de Bután es nueve mil veces inferior a la del Japón, la gente de Bután es muchísimo más feliz. Japón, según las estadísticas, tiene el más alto índice de suicidio del mundo
Por eso, nada de socialdemocracias a la alemana, neo conservadurismos a la Heritage Foundation o populismos a la Chávez o López Obrador. ¡El reino de Bután nos está enseñando el camino…!