Nada como una crisis inusitada y grave para desnudar a los malos gobernantes. Los sátrapas de hoy han reaccionado de forma atroz a la crisis global del coronavirus y lo hacen porque se trata de un fenómeno imposible de controlar a base de voluntarismo o de paliar con demagogia, distractores y mentiras.
Han sido evidenciados como ineptos en la gestión de situaciones adversas y alérgicos a tomar decisiones difíciles.
La pandemia surgió porque el régimen chino fue incapaz de controlarla. Su negligente respuesta en las primeras semanas del brote provocó su expansión a nivel internacional. Xi Jinping supo del coronavirus desde noviembre, pero dio órdenes de combatirlo cuando era demasiado tarde para evitar su difusión.
Donald Trump pasó las primeras semanas de la crisis en medio de gracejadas, imprecisiones y bravuconadas. Acusó a los demócratas y a la comunidad científica de exagerar la importancia del tema. Hasta la fecha difunde fake news e información errática.
Boris Johnson decidió, al principio, limitarse a recomendar medidas “autorestrictivas” para no afectar la economía, pero ha terminado por ceder ante las críticas de los especialistas y de la opinión pública.
En la Turquía de Erdogan no se sabe con exactitud cuál es el alcance de la expansión del coronavirus. Con toda probabilidad el número real de infectados es mayor al reconocido por las autoridades, según afirman autoridades sanitarias mundiales.
Otro país bajo sospecha de maquillar cifras es Rusia. El número oficial de contagiados es demasiado bajo. El hermetismo de Putin despierta dudas. Eso sí, las webs propagandísticas rusas se han dedicado a difundir teorías conspirativas: el Covid-19 es un arma biológica de la CIA, los grandes laboratorios farmacéuticos quieres hacer negocio, etc.
Orbán aprovecha el coronavirus para cimentar su autoritarismo en Hungría. Su gobierno pretende aprobar una ley para extender el estado de excepción y recortar la libertad de prensa.
Y en Latinoamérica hay casos peores, Daniel Ortega y su señora organizaron una manifestación multitudinaria denominada “El Amor en Tiempos del COVID-19”.
Jair Bolsonaro tildó de “histeria” a la forma como el mundo enfrenta la crisis. El impresentable presidente brasileño también se negó a cancelar actos masivos e incluso enfundado en la camiseta de la selección brasileña de fútbol participó en alguna de ellas estrechando manos y sacándose muchas selfies con sus simpatizantes sin ninguna medida de protección.
La irresponsabilidad de Bolsonaro ha llevado a algunos diputados opositores a presentar una solicitud de juicio político contra el mandatario. Asimismo, la indolencia de Trump podría costarle la reelección en noviembre.
La megalomanía lleva a un alejamiento progresivo de la realidad y a la indiferencia ante el sufrimiento del prójimo. Quizá el coronavirus es el golpe de realidad necesario paran exhibir a los megalómanos de nuestro tiempo y ponerles un alto.
Pedro Arturo Aguirre
publicado en la columna Hombres Fuertes
25 de marzo 2020
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