Las futuras repercusiones globales del coronavirus son muy difíciles de presagiar, aunque el consenso va en el sentido de considerarlo uno de los parteaguas más importantes de la historia contemporánea. “Termina la época del 11 de septiembre y comienza la del Covid 19”, nos anuncia la muy liberal revista The Atlantic. Hay quienes ven en la pandemia un “golpe mortal al capitalismo” (Zizek), y otros pronostican el reforzamiento no solo del capitalismo, sino de los autoritarismos y los nacionalismos exacerbados (Byun Chul Han).
Quizá es demasiado prematuro para hacer vaticinios de largo plazo pero, indudablemente, el coronavirus será el factor determinante en las elecciones presidenciales norteamericanas del próximo noviembre. La desastrosa gestión de Trump ha convertido a Estados Unidos en el nuevo epicentro mundial de la pandemia y la economía, otrora carta fuerte del magnate rumbo a su reelección, encara un desplome sin precedentes.
Los demócratas señalan no solo la deficiente respuesta del presidente a la pandemia, sino la obvia pérdida de liderazgo mundial de Estados Unidos. Lejos de ser parte de la solución, el aún país más poderoso del mundo se ha convertido en el principal problema, estableciendo un récord negativo tras otro: más infecciones más muertes, más desempleados, etc.
Una de las razones de este desastre radica en los caprichos de Trump. Despidió a expertos independientes del gobierno capaces de advertirle contra decisiones precipitadas y destruyó instituciones como la del grupo de trabajo de pandemia del Consejo de Seguridad Nacional.
¡Ah! pero los republicanos creen haber encontrado, en medio de todo este pandemónium, la fórmula ganadora, el “as bajo la manga”: culpar a China. Los demagogos siempre ha tenido éxito cuando tienen a quien responsabilizar de los males del mundo, y en este momento China aparece para Trump como “mandada a hacer” para cumplir esta tarea. Se trata de la potencia competidora de Estados Unidos a nivel mundial por el dominio del paneta, y es la nación donde surgió el virus.
Trump acusa al gobierno de Beijing de “negligencia criminal” no solo por no haber actuado a tiempo contra la enfemedad sino, haciéndose eco de teorías conspirativas, sugiere el origen del virus en un supuesto “experimento de laboratorio fallido”. Asimismo, fiel a su vocación antimultilateralista, Trump anunció el congelamiento de fondos estadounidenses a la OMS por, supuestamente, “gestionar mal” el combate contra el Covid 19 y por “encubrir” los yerros de China.
Pero esta estrategia tiene sus riesgos. No es tan fácil tomar a los chinos como el villano sin considerar la trascendental relación económica entre ambas potencias. Un axial acuerdo comercial firmado en enero pende de un hilo. Cualquier exceso podría ser contraproducente.
Para Trump la estrategia antichina, en lugar de carta ganadora, podría equivaler a aferrarse a un clavo ardiente.
Pedro Arturo Aguirre
publicado en la columna Hombres Fuertes
22 de abril 2020