Los roles de género tradicionales cambian y eso aterroriza a los “hombres fuertes” de hoy. Este temor es tangible en el talante claramente misógino de muchos movimientos populistas y es coherente con la estrategia de estigmatizar a todo opositor como “enemigo de la nación y del pueblo”.
Los populistas no toleran ni la crítica ni la disidencia. Desconfían de cualquier forma de protesta, aunque no vaya específicamente contra ellos. Si un movimiento no es encabezado por el líder, este se convierte en un peligro potencial y debe ser impugnado.
Donald Trump es la quintaescencia del machista vulgar e intransigente. Sus despectivos comentarios sobre las mujeres no son sólo cuestión de sus atroces rasgos de carácter, sino traslucen la idea falaz de considerar al “espíritu masculino” víctima de ataques por parte la “asesina doctrina de la igualdad de géneros”.
Otro macho prototípico es Vladímir Putin, el del torso desnudo. Su Gobierno hizo aprobar el año pasado normas para legalizar formas de violencia doméstica. La Iglesia Ortodoxa aprobó esta legislación “a nombre de los valores tradicionales de la familia”.
En la Turquía de Erdogan el machismo se ha enseñoreado. Para este señor las mujeres no interesadas en tener hijos y dedicadas a su carrera profesional “niegan su feminidad”, “están incompletas” y son “mitad persona, no importa cuánto éxito tenga en el mundo de los negocios”.
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Erdogan se irrita cada 8 de marzo en ocasión de la celebración del Día Internacional de la Mujer. El año pasado, centenas de mujeres fueron agredidas con gases lacrimógenos por la policía. El presidente acusó a “sus opositores” de haber promovido el movimiento feminista.
Y así una gran cantidad de ejemplos. Bolsonaro declaró sobre una opositora: “jamás la violaría, está muy fea”. El presidente filipino Duterte se lamentó, públicamente, de no haber participado en la violación multitudinaria de una misionera australiana.
“Espero que te violen”, le gritaron xenófobos a la capitana del barco humanitario de rescate de migrantes Carola Rackete, azuzados en las redes sociales por Matteo Salvini.
En Hungría, los estudios de género fueron excluidos de las universidades. En Polonia, el gobierno ultranacionalista promueve como eje de su labor valores arcaicos y patriarcales donde la mujer solo cuenta como madre, esposa y feligresa. En España, el programa de Vox tiene como objetivo explícito “la lucha contra el feminismo”.
Y los populistas latinoamericanos no se quedan atrás. Chávez, Correa y Evo también vertieron una buena cantidad de insultos misóginos.
El machismo es esencial en los líderes populistas porque estos presumen ser intérpretes de “los deseos genuinos del Pueblo”, y ello incluye obsoletas visiones y creencias acerca de las jerarquías de género. Pero las mujeres no se arredran. Por eso constituyen en la gran esperanza y el antídoto idóneo contra los autoritarismos actuales.
Pedro Arturo Aguirre
publicado en la columna Hombres Fuertes
26 de febrero de 2020
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