jueves, 19 de marzo de 2020

Demagogia y Teorías de Conspirativas



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Las teorías conspirativas son esenciales en el crecimiento y consolidación de los movimientos populistas y esto ha quedado nuevamente constatado con la irresponsable respuesta de Donald Trump y algunos otros dirigentes mundiales frente al brote global del coronavirus.
En realidad, creer en las conspiraciones es muy común en todo el planeta y aunque las personas con menores ingresos y bajo nivel educativo son más proclives a adoptarlas, la alta formación académica e intelectual no exenta a nadie de caer en la tentación.
Esto es así porque se obtiene un “sentido de orden y lógica” en el caos mundial. Es fácil someterse a una teoría de la conspiración ante una realidad caótica, azarosa y difícil de asumir
La gente procura poco buscar la verdad, prefiere interpretar la información para confirmar y reforzar creencias y prejuicios. Los hechos, los datos y la información dura son muchas veces voluntariamente ignorados para protegemos a nosotros mismos de la verdad.
Para muchos estudiosos del tema de la “conspiranoia”, ésta es esencial en la identidad de sus creyentes. La fe en la existencia de planes secretos y otros relatos afines son para millones de ciudadanos comunes y corrientes una plausible elucidación de cómo funciona el mundo.
No existe la casualidad, todos los engranajes encajan, en la sombra hay alguien manejando los hilos y “saberlo” nos hace destacar entre la multitud porque “a mí no me engañan, yo sí comprendo cómo marchan realmente las cosas”.
Pero es todo lo contrario. La difusión de estas teorías son una de las formas más viejas de manipulación y los demagogos las utilizan profusamente para mantener el entusiasmo entre sus bases. Les permite ostentarse como alternativas radicales contra los políticos del “más de lo mismo”.
A base de conspiraciones los demagogos ofrecen una explicación de la realidad sencilla y comprensible. Además, invariablemente proporcionan un culpable. Siempre hay “fuerzas malévolas” atentando contra la gente común y eso tiene la ventaja de reducir la política a una lucha de los conspiradores contra los demás. Se concreta el ideal populista: pueblo bueno contra élite corrupta.
Con el internet las teorías conspirativas viven una auténtica edad de oro. Han encontrado un entorno natural para desarrollarse y multiplicar su efecto.
Hoy se desempeñan al frente del gobierno de cada vez más naciones quienes hicieron su carrera política enarbolando bizarras teorías de conspiración. Evidentemente, cuando las cosas empiezan a salirles mal o sus promesas fáciles enfrentan retos demasiado ingentes y complicados, las conspiraciones son el pretexto ideal para encubrir su incompetencia.
Pero crisis como la del coronavirus en realidad exhiben su rechazo sistemático a las opiniones expertas y a los hechos científicos, y evidencian su desinterés en la planeación de largo plazo y su incapacidad de aprender de los errores.

Pedro Arturo Aguirre
publicado en la columna Hombres Fuertes
4 de marzo de 2020





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