Una vez consumado el Brexit, los británicos y el mundo se preguntan sobre cuál Boris Johnson habrá de gobernar el Reino Unido en esta etapa de nuevos e ingentes desafíos: ¿El pragmático, liberal y peculiar alcalde de Londres dueño de un estilo desenfadado y divertido, o el furioso y autoritario populista promotor del Brexit a base de demagogia y flagrantes mentiras?
Tocará ahora negociar con la Unión Europea un nuevo tratado comercial y buscar las mejores formas de deshacer los centenares de acuerdos firmados en el casi medio siglo de integración en temas como tasas aduaneras, seguridad, inmigración, agricultura, pesca, política fitosanitaria, normas industriales, sin olvidar el temible asunto de la frontera irlandesa.
Una vez concluido todo ello, Johnson deberá cumplir su promesa de convertir al país en una “gran potencia” con un programa masivo de inversiones, sobre todo en el norte del país, la región más afectada por la desindustrialización promovida por Margaret Thatcher.
Pero reactivar la máquina productiva y poner fin a las políticas de austeridad practicadas desde la crisis de 2008 exigirá incrementar el déficit del Estado o aumentar los impuestos.
Johnson deberá, por tanto, escoger entre sus nuevos electores del norte de Inglaterra y los conservadores tradicionalmente liberales del sur.
También será crucial un tratado de libre comercio con Estados Unidos, es decir, con Donald Trump, quien tanto aplaudió el Brexit. Los escollos incluirán revisar el régimen fiscal de las poderosas empresas norteamericanas del sector digital, atender la demanda norteamericana de exportar productos alimenticios con menos regulaciones sanitarias y enfrentar lobby de las poderosas farmacéuticas norteamericanas, la cuales pretenden ingresar al mercado del sistema público de salud.
A Trump le encanta hacerse el fuerte en las negociaciones comerciales, y con la reciente decisión sobre permitir en el Reino Unido el desarrollo de Huawei Johnson demostró no estar dispuesto a hacer cualquier concesión.
Por supuesto, también está el tema del posible resquebrajamiento del Reino Unido. En Irlanda del Norte y Escocia se avivan, poderosos, los barruntos de secesión.
En resumen, se ven venir tiempos difíciles. Ante ellos, Boris se verá tentado a mantener el estilo vociferante del confrontacionista implacable y falsario, del politiquillo aficionado a culpar de todos los males a algún elemento externo supuestamente hostil. Es el truco más viejo del manual populista.
Hace unos días, el escritor Ian Mac Ewan comentó en un estupendo artículo: “Hemos sido testigos de la caída en desgracia de la argumentación razonada. El impulso del Brexit contenía importantes elementos de la ideología de sangre y tierra con toques de nostalgia imperial. Estos espeluznantes anhelos se elevaban muy por encima de la realidad”.
Boris llegó al poder esgrimiendo argumentos ajenos a la racionalidad económica o política. Sin duda intentará mantenerse en él de la misma forma.
Pedro
Arturo Aguirre
publicado en la columna Hombres Fuertes
5 de febrero de 2020
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