Casi todos los “hombres fuertes” de la actualidad son enemigos del medio amiente, y lo son porque es un tema que no reditúa en las urnas. Encabezan gobiernos dedicados a obtener el aplauso fácil, las relecciones ilimitadas, la popularidad a ultranza. Por eso son eminentemente cortoplacistas y rehúyen de las verdades incómodas.
Jair Bolsonaro se ha convertido en el villano antiambientalista más notable del planeta. Proteger la selva amazónica era prioridad para los gobiernos democráticos de Brasil, pero Bolsonaro califica esto como un “obstáculo al progreso”.
Desde el inicio del actual régimen la parte brasileña de la Amazonía ha perdido más de 3,000 km cuadrados de área boscosa, un aumento del 39% respecto del mismo período del año pasado. Ah, pero Bolsonaro tiene “otras cifras” y descalifica éstas, las cuales proceden de su propio gobierno.
El presidente brasileño ha reducido en un 24% los presupuestos destinados a la protección ambiental. “Políticas de austeridad”, les llaman.
También ha erradicado multas ambientales por considerarlas una "industria" la cual “fomenta la corrupción”, y desautoriza las críticas internacionales a tales posturas calificándolas como “complot”. "Vamos a profundizar nuestra investigación para ver si se divulgaron de mala fe esos informes, para perjudicar al gobierno actual y desgastar la imagen de Brasil", declaró vehemente.
Desde luego, Bolsonaro no es el único. Donald Trump es conocido por su analfabetismo en materia medioambiental. Ha negado en múltiples ocasiones la vinculación entre el calentamiento global y la acción humana. Ha considerado al concepto “calentamiento global” como un invento de los chinos para afectar a la industria manufacturera de los Estados Unidos y criticado en numerosas ocasiones el supuesto costo económico del ecologismo. El gobierno de Trump también se han encargado de debilitar a la Agencia de Protección Ambiental haciendo recortes de hasta el 30% a su presupuesto.
Para él, el ruido de los molinos generados por la energía eólica causa cáncer.
Bolivia tiene en su constitución estrictas medidas de protección ambiental y aprobó la Ley de los Derechos de la Madre Tierra, pero la exhaustiva exploración de hidrocarburos, la construcción de represas, la ejecución de carreteras y la expansión agrícola están en contra de estas disposiciones. De continuar la tendencia de pérdida de bosques para el 2050 Bolivia habrá perdido la mitad de su cobertura forestal
En Ecuador sucedió algo similar con Rafael Correa: en la Constitución se incluyeron muy pomposamente los “Derechos de la Naturaleza”, pero la políticas extractivistas del gobierno arruinaron muchas zonas presuntamente protegidas, esto bajo la mirada preocupada de ecologistas y comunidades indígenas y campesinas. Incluso el propio Correa llegó a criticar las disposiciones constitucionales por representar, según él, un “exceso de garantismo”.
Los demagogos siempre aplazan sistemática y continuamente las decisiones difíciles. No les interesa el futuro.
Pedro
Arturo Aguirre
Publicado en la columna Hombres Fuertes, 7 de agosto 2019
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