sábado, 19 de febrero de 2011
Alimentos: el auténtico tema del siglo
Comentábamos en el pasado blog que el verdadero acicate de las revoluciones árabes era el fracaso de economías autárquicas incapaces de ofrecer crecimiento, empleos y horizontes plausibles a los jóvenes, aunado al aumento inusitado de los alimentos que ha registrado en los últimos años, fenómeno que será, sin duda alguna, uno de los grandes retos del siglo XXI y al que debemos prestarle especial atención, particularmente en América Latina, donde la carestía alimentaria produce ya inestabilidad política en Bolivia. En los años 2007-08 el precio de los granos se duplicó y después de una breve tregua todo indica que la tendencia alcista se recrudecerá en 2011. Según me explicó el experto en el tema alimentario y distinguido amigo mío, Leonel Ramírez (director de la consultora Agromonkey) durante mucho tiempo la producción de cereales fue empatando con el crecimiento demográfico. En el siglo XX se experimentó un crecimiento explosivo de la población mundial al mismo tiempo que se logaron notables aumentos en la producción per capita de alimentos gracias a innovaciones tecnológicas y organizativas como lo fue la llamada Revolución Verde y sus novedosas técnicas (hibridización de los cereales, uso intensivo de agroquímicos, difusión de variedades de cultivos, mejoras en la irrigación, etc.) Últimamente, el desarrollo de cultivos genéticamente modificados ha permitido lograr variedades más resistentes y más nutritivas de cereales.
En buena medida, el aumento de precios que padecemos hoy se debe precisamente al cambio de dieta de la población mundial, sobre todo en los países de desarrollo reciente como los gigantes demográficos India y China, que han viste crecer el poder adquisitivo de buena parte de su población y, en consecuencia, el consumo per capita de cereales e incluso de carne, que demanda un uso más intensivo de la tierra que los granos (se necesitan siete kilos de cereales para producir un kilo de carne, me explicó Leonel).
Las sociedades han podido lograr mejoras tecnológicas e institucionales que tienden a optimizar su situación alimentaria, frenadas ocasionalmente por factores climáticos adeversos (como las sequías o inundaciones) o por medidas equivocadas de tipo institucional (verbigracia el fracasado sistema comunista o la muy fallida reforma agraria mexicana). Ahora son justamente malas decisiones gubernamentales y medidas erróneas adoptadas por muchos de países productores de alimentos los que han contribuido a la actual escalada de precios, tales como la aplicación de las políticas de "precios máximos", el aumento de los impuestos a la exportación o la prohibición de su comercio (proteccionismo). Estas medidas tienden siempre a desalentar la producción en los países donde son aplicadas y aunque pueden beneficiar el consumo interno a corto plazo, en el largo tienen efectos negativos sobre el potencial de producción. A estas medidas negativas deben agregarse los subsidios y las exenciones impositivas a los biocombustibles que aplican muchos países (entre ellos Estados Unidos, Brasil y varias naciones europeas), los que han servido de incentivo ineficiente para su producción, y generan una competencia con los consumidores por el uso de las especies utilizadas para su fabricación, como el maíz.
La situación alimentaria mundial es preocupante. Muchos países pobres, como los árabes y varios latinoamericanos, sufren ya las consecuencias de contar con poblaciones desocupadas y ahora mal alimentadas. No queda sino esperar más revoluciones si los gobiernos de los países menos productivos e importadores netos de alimentos (como México) no toman medidas eficaces como aumentar el nivel de reservas de emergencia, reforzar las redes de protección social y, sobre todo, incentivar el aumento de la productividad y de la inversión en la agricultura.
El destino ya nos alcanzó
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