Muy interesante el audaz paso dado por Cameron y Clegg. El nuevo primer ministro sale airoso del envite. Para Clegg la cosa no deja de tener sus riesgos, pero son más grandes las oportunidades. Cierto que los liberales británicos corren el riesgo de perder identidad y de contagiarse de una eventual impopularidad que el gobierno de Cameron podría padecer en el momento de tomar decisiones difíciles, pero un partido que cuenta con casi un cuarto de los votos en una nación tan importante como el Reino Unido no puede resignarse a la eterna irrelevancia. Como sea, hoy cogobierna, y no puede desperdiciar la oportunidad que tienen de concretar, por fin, una reforma electoral que adopte algún tipo de correctivo proporcional, algo que podría hacer de los liberales el eterno fiel de la balanza del poder en Reino Unido.
Yo pensaba que Clegg optaría por un cómodo compromiso, más laxo y pragmático, que le garantizara a los liberales un referéndum para decidir en un futuro cercano sobre la reforma electoral sin comprometerse con los avatares que implica la corresponsabilidad gubernamental. No fue así, y creo que el líder liberal tiene poderosas razones para jugar la apuesta. Al ingresar al gobierno, los liebrales comprometen en mucho a los tories para que estos no sólo hagan efectiva su promesa de celebrar un referéndum sobre reforma electoral, sino incluso obliga a los tories a apoyar la idea. Además, repito, ¿Por qué resignarse estar siempre en las back benches de Westminster? Ahora Clegg está al lado del premier y su actuación será absolutamente relevante. Obviamente, deberá tener cuidado de evitar que los tories absorban a su partido. No es fácil para un partido en posición de ser el socio minoritario en un gobierno de coalición perder identidad, pero en este sentido mucho podría aprender Clegg de sus pares liberales en Alemania, quienes por mucho tiempo han sabido gobernar como socios minoritarios junto al SPD y la CDU. Otro ejemplo útil en este sentido lo dan los verdes germanos.
Los británicos deben perderle el miedo a las coaliciones, moneda corriente en el continente y la mejor garantía de gobernabilidad incluso en las naciones presidenciales más funcionales (el caso de Brasil, Chile o Uruguay, cosa que se rehúsan a ver nuestros opinólogos mexicanos).
El principal problema que deberá enfrentar Clegg será como abordar en el gobierno el tema de los recortes presupuestales. Aunque ni Clegg ni Cameron quisieran recordarlo, los conservadores defendían efectuar recortes amplios e inmediatos durante la campaña electoral, mientras los liberaldemócratas y los laboristas insistían en que un exceso de celo restrictivo abortaría la recuperación. Lo cierto es que Clegg y el sector más genuinamente liberal de su partido tendrán que coincidir en que los recortes presupuestales son urgentes. Ese es un problema con el que deberán liar los liberales: su un manifiesto más de izquierdas que el de los laboristas. Según un sondeo de la empresa demoscópica You-gov, el 43% de los votantes liberaldemócratas se auto define como "de izquierdas o de centroizquierda" frente al 9% que se consideran "de derechas o centro derecha". Lo mismo sucede con los conservadores. Cameron está más al centro que el común de los militantes tories, quienes han encajado muy mal este gobierno de coalición y mucho peor la posibilidad de una reforma electoral. Es justo de la astucia que demuestren tener Cameron y Clegg en manejar a sus alocadas bases que dependerá la suerte de la coalición. Se trata de dos dirigentes con una obvia empatía personal, ubicados ambos más al centro que sus respectivos partidos. Cameron es lo que podríamos llamar un tory del siglo XXI, alejado al adusto gesto de la gran Thatcher. Él es simpático, cercano a la gente y tolerante. Se presentó a su electorado como un “modernizador”; el Tony Blair de la derecha británica en estilo y estrategia. Un hombre destinado a salvar a su partido de la total irrelevancia al que lo habían encajonado los ultras. Cameron apuesta por un conservadurismo moderno (sí es que tal cosa es posible, lo mismo sucedió con un laborismo eficiente en el gobierno de Blair) que incluya la reforma de los servicios públicos, la protección de las familias y la lucha contra la pobreza global y aderezado con temas tan ajenos a los tories más rancios como la lucha contra el cambio climático.
¿Tendrá Cameron la fuerza y el talento para lograr la modernización tory tal y como logró Blair con los laboristas? ¿Sabrá Clegg “dessocialdemocratizar” a los liberales británicos y devolverle su esencia al partido heredero de de William Gladstone y Lloyd George?
Yo pensaba que Clegg optaría por un cómodo compromiso, más laxo y pragmático, que le garantizara a los liberales un referéndum para decidir en un futuro cercano sobre la reforma electoral sin comprometerse con los avatares que implica la corresponsabilidad gubernamental. No fue así, y creo que el líder liberal tiene poderosas razones para jugar la apuesta. Al ingresar al gobierno, los liebrales comprometen en mucho a los tories para que estos no sólo hagan efectiva su promesa de celebrar un referéndum sobre reforma electoral, sino incluso obliga a los tories a apoyar la idea. Además, repito, ¿Por qué resignarse estar siempre en las back benches de Westminster? Ahora Clegg está al lado del premier y su actuación será absolutamente relevante. Obviamente, deberá tener cuidado de evitar que los tories absorban a su partido. No es fácil para un partido en posición de ser el socio minoritario en un gobierno de coalición perder identidad, pero en este sentido mucho podría aprender Clegg de sus pares liberales en Alemania, quienes por mucho tiempo han sabido gobernar como socios minoritarios junto al SPD y la CDU. Otro ejemplo útil en este sentido lo dan los verdes germanos.
Los británicos deben perderle el miedo a las coaliciones, moneda corriente en el continente y la mejor garantía de gobernabilidad incluso en las naciones presidenciales más funcionales (el caso de Brasil, Chile o Uruguay, cosa que se rehúsan a ver nuestros opinólogos mexicanos).
El principal problema que deberá enfrentar Clegg será como abordar en el gobierno el tema de los recortes presupuestales. Aunque ni Clegg ni Cameron quisieran recordarlo, los conservadores defendían efectuar recortes amplios e inmediatos durante la campaña electoral, mientras los liberaldemócratas y los laboristas insistían en que un exceso de celo restrictivo abortaría la recuperación. Lo cierto es que Clegg y el sector más genuinamente liberal de su partido tendrán que coincidir en que los recortes presupuestales son urgentes. Ese es un problema con el que deberán liar los liberales: su un manifiesto más de izquierdas que el de los laboristas. Según un sondeo de la empresa demoscópica You-gov, el 43% de los votantes liberaldemócratas se auto define como "de izquierdas o de centroizquierda" frente al 9% que se consideran "de derechas o centro derecha". Lo mismo sucede con los conservadores. Cameron está más al centro que el común de los militantes tories, quienes han encajado muy mal este gobierno de coalición y mucho peor la posibilidad de una reforma electoral. Es justo de la astucia que demuestren tener Cameron y Clegg en manejar a sus alocadas bases que dependerá la suerte de la coalición. Se trata de dos dirigentes con una obvia empatía personal, ubicados ambos más al centro que sus respectivos partidos. Cameron es lo que podríamos llamar un tory del siglo XXI, alejado al adusto gesto de la gran Thatcher. Él es simpático, cercano a la gente y tolerante. Se presentó a su electorado como un “modernizador”; el Tony Blair de la derecha británica en estilo y estrategia. Un hombre destinado a salvar a su partido de la total irrelevancia al que lo habían encajonado los ultras. Cameron apuesta por un conservadurismo moderno (sí es que tal cosa es posible, lo mismo sucedió con un laborismo eficiente en el gobierno de Blair) que incluya la reforma de los servicios públicos, la protección de las familias y la lucha contra la pobreza global y aderezado con temas tan ajenos a los tories más rancios como la lucha contra el cambio climático.
¿Tendrá Cameron la fuerza y el talento para lograr la modernización tory tal y como logró Blair con los laboristas? ¿Sabrá Clegg “dessocialdemocratizar” a los liberales británicos y devolverle su esencia al partido heredero de de William Gladstone y Lloyd George?
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