Muy pocos opinadores políticos mexicanos se han tomado la molestia de sopesar el actual proceso electoral británico desde la óptica mexicana actual, y muy concetamente desde el punto de vista del proceso de reforma electoral que vivimos.
Primero, a la vista de todos los que lo quieran entender lo quieran ver está la relatividad del concepto ese de que reelegir a los parlamentarios es una forma de "catigar" o de "premiar" a los diputados por su labor individual. Hoy vemos en el Reino Unido una implacable personalizacón de la política. A quien se premia o se castiga es al primer ministro y la gente, en la inmensa mayoría de los casos, no sabe ni como se llama el miembro del parlamento del distrito donde vive. Prueba de ello es la imparable y poderosa fuerza de las imágenes mediáticas (fenómeno, por cierto, para nada nuevo) de los tres principales candidatos.
Y segundo, la necesidad que tiene la política británica -cuyo sistema electoral es el arquetipo universal del uniniminalismo- de adoptar correctivos proporcionales en su forma de elegir al Parlamento para contrarestar la conspícua injusticia que representa anular en los hechos millones de votos de electores que optan por terceras opciones.
Y mientras todo esto sucede en una de las democracias más importantes del mundo, en México "sesudos" opinadores ("politólogos", intelectuales divas y ex eminancias grises) añoran el sistema uninominal puro esgrimiendo argumentos decimonónicos.
Ojalá que muchos de nuestros opinadores se asomaran, aunque fuese sólo un poquito, a ver lo que sucede en el mundo.
Primero, a la vista de todos los que lo quieran entender lo quieran ver está la relatividad del concepto ese de que reelegir a los parlamentarios es una forma de "catigar" o de "premiar" a los diputados por su labor individual. Hoy vemos en el Reino Unido una implacable personalizacón de la política. A quien se premia o se castiga es al primer ministro y la gente, en la inmensa mayoría de los casos, no sabe ni como se llama el miembro del parlamento del distrito donde vive. Prueba de ello es la imparable y poderosa fuerza de las imágenes mediáticas (fenómeno, por cierto, para nada nuevo) de los tres principales candidatos.
Y segundo, la necesidad que tiene la política británica -cuyo sistema electoral es el arquetipo universal del uniniminalismo- de adoptar correctivos proporcionales en su forma de elegir al Parlamento para contrarestar la conspícua injusticia que representa anular en los hechos millones de votos de electores que optan por terceras opciones.
Y mientras todo esto sucede en una de las democracias más importantes del mundo, en México "sesudos" opinadores ("politólogos", intelectuales divas y ex eminancias grises) añoran el sistema uninominal puro esgrimiendo argumentos decimonónicos.
Ojalá que muchos de nuestros opinadores se asomaran, aunque fuese sólo un poquito, a ver lo que sucede en el mundo.
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