Gracias Geraldina y gracias a los anónimos por sus comentarios. Coincidimos plenamente en una cosa: exigir al gobierno que presente a la brevedad una estrategia integral y de largo aliento para modernizar la infraestructura energética del país. Demandemos que las cosas no se queden aquí y que se el principio de las transformaciones que México necesita para salir adelante. El Oso Bruno, siempre preocupado en tratar de dar su granito de arena, publica este pequeño homenaje a una líder que supo levantar a su gran país de la lona en la que se encontraba tirado a base de su gran capacidad de decisión y voluntad política, las cuales conocen muy pocos parangones en la historia del mundo: Margaret Thatcher. Ojalá los roedorcillos que nos gobiernan se inspiren en tan titánico ejemplo.
Quizá el momento cumbre de la carrera política de la llamada, con sobrada justicia, Dama de Hierro fue cuando venció la huelga minera de 1984-85. Fue una batalla dura y violenta. Para empezar, debo reconocer que el líder de los mineros, el pelirrojo Scargill, ni el sindicato que comandaba tenían nada que ver este señor Esparza y su corrupto SME. AScargill era un bragado y tenaz dirigente que amaba a sus representados y el sindicato era famoso por las heroicas luchas en las que se vio involucrado a lo largo de muchísimos años, siempre listo a defender los intereses del gremio. Era un adversario digno. El problema llegó cuando estos intereses del gremio minero se enfrentaron a los intereses más amplios del resto de una nación que llevaba años padeciendo un grave declive económico y social. Y vaya que la disyuntiva no era fácil. Se trataba de modernizar y dinamizar a un sector crucial para la economía británica y devolverle al país competitividad internacional y tasas respetables de crecimiento.
Quizá el momento cumbre de la carrera política de la llamada, con sobrada justicia, Dama de Hierro fue cuando venció la huelga minera de 1984-85. Fue una batalla dura y violenta. Para empezar, debo reconocer que el líder de los mineros, el pelirrojo Scargill, ni el sindicato que comandaba tenían nada que ver este señor Esparza y su corrupto SME. AScargill era un bragado y tenaz dirigente que amaba a sus representados y el sindicato era famoso por las heroicas luchas en las que se vio involucrado a lo largo de muchísimos años, siempre listo a defender los intereses del gremio. Era un adversario digno. El problema llegó cuando estos intereses del gremio minero se enfrentaron a los intereses más amplios del resto de una nación que llevaba años padeciendo un grave declive económico y social. Y vaya que la disyuntiva no era fácil. Se trataba de modernizar y dinamizar a un sector crucial para la economía británica y devolverle al país competitividad internacional y tasas respetables de crecimiento.
Thatcher supo optar por el camino difícil. El Gobierno conservador debía cerrar decenas de minas que eran altamente deficitarias, lo que suponía la pérdida de más de 20,000 puestos de trabajo. Inició la huelga y las protestas no se hicieron esperar. Los enfrentamientos con la policía se cobraron decenas de heridos. Los mineros eran duros de roer y tenían el apoyo del resto del poderoso entramado sindical británico, que veía en la batalla de los mineros el preámbulo de lo que les podría pasar a ellos después. Lograron mantener en jaque durante más de un año a la Dama de Hierro, pero el gobierno no se dobló y al final los sindicatos perdieron. Los pozos se cerraron y el movimiento sindical británico sufrió una derrota de la que jamás pudo recuperarse, menguando así su nociva influencia en la vida económica del país la cual se dinamizó como pocas veces antes en la historia en lo que restó de la década de los años ochenta. El Reino Unido volvía a estar de pie, aunque hubo que hacer sacrificios elevados.
El sindicato minero fue derrotado por que no fue capaz de leer los nuevos tiempos que habían surgido en el mundo tras la estanflación de los años 70. Los ciudadanos británicos estaban hartos de huelgas, inflación y desempleo y estaban dispuestos a afrontar el proceso de liberalizaciones económicas que proponía Margarita, aunque ello supusiera la reducción del peso del Estado en la economía y, por tanto, una disminución de los niveles de protección social en aras de encontrar más fácilmente un puesto de trabajo y reducir la carestía de la vida. Estos cambios sociales y de mentalidad pasaron por delante de las narices de los sindicalistas británicos y no fueron capaces de verlos. Por eso no es de extrañar que su capacidad de influencia en la vida política sea hoy residual.
A los sindicatos mexicanos y sus provectos líderes les pasa lo mismo: no ven, no entinden, no les interesa que pasa en el mundo. Sólo tienen sentidos para sus mezauinos intereses personales. Si México quiere desarrollarse hay que arrojar a estos sujetos al basurero de la historia. Se dice fácil. Hacerlo no lo es. Cambiar, decisión siempre dura. Pero el precio de no hacer nada es mucho mayor y lo pagaremos todos los mexicanos. Los actuales y los de las próximas generaciones.
El sindicato minero fue derrotado por que no fue capaz de leer los nuevos tiempos que habían surgido en el mundo tras la estanflación de los años 70. Los ciudadanos británicos estaban hartos de huelgas, inflación y desempleo y estaban dispuestos a afrontar el proceso de liberalizaciones económicas que proponía Margarita, aunque ello supusiera la reducción del peso del Estado en la economía y, por tanto, una disminución de los niveles de protección social en aras de encontrar más fácilmente un puesto de trabajo y reducir la carestía de la vida. Estos cambios sociales y de mentalidad pasaron por delante de las narices de los sindicalistas británicos y no fueron capaces de verlos. Por eso no es de extrañar que su capacidad de influencia en la vida política sea hoy residual.
A los sindicatos mexicanos y sus provectos líderes les pasa lo mismo: no ven, no entinden, no les interesa que pasa en el mundo. Sólo tienen sentidos para sus mezauinos intereses personales. Si México quiere desarrollarse hay que arrojar a estos sujetos al basurero de la historia. Se dice fácil. Hacerlo no lo es. Cambiar, decisión siempre dura. Pero el precio de no hacer nada es mucho mayor y lo pagaremos todos los mexicanos. Los actuales y los de las próximas generaciones.
2 comentarios:
Mi estimado Oso:
En abono a tu comentario, la columna de Raymundo Riva Palacio del 14 de octubre coincide: el SME perdió el debate público porque lo peleó con códigos vencidos y arcáicos...
Puede revisarse en http://5.gp/ecw
Saludos.
Gonzalo Suárez.
Oso, de nuevo acuerdo contigo.
Me gustaria saber cuales son las diferencias (claves) entre el Mexico de hoy y la Albion de los 80.
Primero, la dama de hierro fue una ejecutiva digna de respeto; Calderon no tanto.
Segundo, el sistema electoral. El hecho de que Calderon no pueda ser reelegio le quita incentivos de mantener la lucha a pesar de los pleitos a corto plazo. El mexicano hoy no puede dar un voto de confianza a un lider y aguantar con el, porque el lider se va (realmente en Mexico un presidente tiene 4 anyos de maniobra).
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