lunes, 27 de julio de 2009

Taro Aso, ¿Tara dazo?


Los japoneses afirman, no sin razón, que su país en una potencia económica del primer mundo donde funciona un sistema político del tercer mundo. En efecto, a pesar de que en este país a funcionado desde el fin de la Segunda Guerra Mundial una democracia representativa intachable desde el punto de vista de las amplias libertades ciudadanas que permite y de la limpieza electoral con la que funciona, lo cierto es que la recurrencia de los escándalos de corrupción, la penetrante injerencia de los intereses empresariales y financieros en política y el antidemocrático predominio del aparato burocrático sobre los órganos de representación ciudadana han tergiversado a los procedimientos democráticos.

Todos los partidos y organizaciones que subsisten en los Estados contemporáneos atraviesan de una crisis de representatividad y de legitimidad a nivel internacional, pero el problema de Japón es que la política no ha tenido una verdadera oportunidad frente a la burocracia y los empresarios. Desde principios de la década de los sesentas los políticos profesionales no han desempeñado un papel significativo en la determinación de las políticas nacionales, con la sola excepción, tal vez, del brillante y controvertido Kakuei Tanaka. A pesar de los esfuerzos periódicos efectuados por políticos de talento como Yasuhiro Nakasone y el gran Junichiro Koizumi , no ha habido una supervisión política efectiva sobre el proceso burocrático de toma de decisiones.

En los años noventa se verificó una revuelta política que parecía iba a abir las puertas a profundas reformas políticas que limpirían la politica nipona y la actualizaran hacia el siglo XXI, pero todo fracasó y las cosas siguen como siempre. Ahora, otra vez parece que existe la posibilidad de que los japoneses le den una limpiadita a sus sistema político. El incompetente jefe de gobierno del Japón, Taro Aso, disolvió a la Dieta (Parlamento) y convocó a elecciones adelantas, las cuales el PLD parece destinado a perder. ¿Será este el inició de un cambio de fondo que tanto le urge al país? Este Oso ponzoñozo tiene sus dudas.

Mi pesimimso reside en el hecho de que la principal formación de oposición japonesa, el Partido Democrático (PD), no es mucho mejor que el PLD. Está inmerso en las mismas praticas y características que han podrido al partido dominante. Los grupos de interes que controlan al complicado juego de facciones en el partido de gobierno lo hacen también en el PD. Lejos parecen estar los tiempos del renovador Junichiro Koizumi, quien con un amplio apoyo entre el electorado en 2005 logró llevar a cabo reformas trascendentales para avanzar en la privatización del sistema postal japonés. Pero Koizumi sabía que reformar al sistema político nipón es más arduo que limpiar los establos de Augias y dimitió poco después de ganar de manera contundente para el PLDlas últimas elecciones legislativas. Desde la salida del Gobierno de Koizumi se han sucedido los despropósitos: tres inútiles Primeros Ministros en tres años, Abe, Fukuda y Aso; tres gestiones marcadas por bajos índices de popularidad y graves escándalos de corrupción. Extremo ha sido el caso del actual Primer Ministro quién llegó a tener un índice de popularidad por debajo del 20% que sólo pudo mejorar gracias a la dimisión del presidente del partido de la oposición, Ozawa del PDJ, cuyo secretario se vió implicado en un escándalo de financiación ilegal.

Y es que ese es el problema de la oposición: es igual de corrupta. Los breves gobiernos del período 1993-96 encabezados por una coalición variopinta de partidos opositores y esciciones del PLD fueron ineficaces, corruptos e inestables. No hay hacia donde voltear en Japón. Se trata de una cuestión de cultura política que será muy dificil de superar en el corto plazo.

Ahora habrá eleciones generales el 30 de agosto. Las amplias perspectivas de debacle electoral no hace más que agrandar las distancias entre las distintas facciones que se han repartido el poder tradicionalmente dentro del PLD, pero se trata sólo de pugnas por los espacios de poder, las cuales lejos de propiciar cambios sólo coadyuvan a evitarcualquier regeneración democrática del partido. Así, todo parece indicar que en este ambiente de crisis interna del PLD, el próximo Primer Ministro japonés, será Yukio Hatoyama del PDJ, cuyo abuelo -yambién llamado Yukio Hatoyama- mantuvo una intensa rivalidad con Shigeru Yoshida, abuelo de Taro Aso. Ambos fueron encanados rivales políticos en la posguerra hasta que a mediados de los años cincuenta decidieron fusionar sus partidos para dar nacimiento al PLD. Sí, en Japón también padecen de las estirpes familiares en política.

Por todas estas razones, esperar que el próximo resultado electoral lleve a un gobierno más estable que los últimos, con un Primer Ministro con mayores índices de popularidad y que pueda dar la mejor respuesta posible a las necesidades de la ciudadadía es un redonda ingenuidad.

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