Myanmar es lugar desafortunado. Durante décadas este
país asiático, otrora conocido como “Birmania”, padeció un gobierno militar
represivo y extravagante el cual se entregó a los peores excesos y
arbitrariedades. Su primer dirigente, el general Ne Win, era supersticioso en
extremo, al grado de procurar bañarse en sangre de delfines para obtener
“eterna juventud”. Cruzaba los puentes de espaldas para alejar a los espíritus
malignos. Decretó la sustitución de las nominaciones decimales del papel moneda
del país por 9, 15, 30, 45 y 90, considerados “números de la suerte”. Después
de Ne Win llegó al gobierno de Myanmar el no menos vesánico general Than Shwe,
quien concentró todos los esfuerzos y recursos del país en construir una nueva
y estrambótica capital en medio de la selva: Naypyidaw, un complejo urbano feo, frío y ostentoso, pero sin duda
también muy surrealista y de una faraónica megalomanía.
La ciudad está protegida simbólicamente por tres colosales
estatuas de los antiguos reyes birmanos Anawrahta, Bayinnaung y Alaungpaya.
Ministerios, oficinas, escuelas, barrios residenciales, mercados y parques
fueron erigidos en tiempo récord. Su
ubicación, 380 kilómetros al norte de la antigua capital del país, Rangún, fue
determinada, para no variar, por la superstición. Than Shwe reunió a un consejo
de astrólogos para saber la fecha y el lugar más propicios para levantar su
proyecto. Según los augurios, la nueva sede del gobierno debía levantarse al
centro de la más espesa jungla. Hasta ahí fueron llevados miles de obreros,
quienes por años trabajaron a contrarreloj mal pagados y mal tratados en la
construcción de esta locura. De esta forma la dictadura terminó por devastar a
un país hoy considerado uno de los más pobres del mundo.
Luego vino una rebelión civil y la democracia o, más
bien, una especie de democracia limitada. Desde 2012 el Gobierno está en manos
de la Liga Nacional para la Democracia, lidereada por la premio Nobel Aung Suu
Kyi, pero ella ocupa solo el puesto de “Consejera de Estado” debido a un precepto
constitucional creado ex profeso para impedirle acceder a la presidencia. Así
se convirtió en la “mujer fuerte” del Myanmar. El brillo de Aung como campeona
de la libertad se empañó en años recientes debido a la persecución en contra de
la minoría étnica rohingya. Muchos observadores consideran esta persecución un
genocidio y denuncian a SuuKye por negligente, pero en realidad ella tiene un reducido
margen de maniobra ante los militares.
Tras varios años de tensiones en noviembre pasado se
celebraron elecciones en las cuales arrasó la Liga Nacional para la Democracia,
pero los gerifaltes del ejército no aceptaron el resultado, acusaron al gobierno
de fraude electoral y perpetraron el lunes un golpe de Estado arruinando, otra
vez, a la frágil democracia de Myanmar.
Pedro Arturo Aguirre
Hombres Fuertes
3/feb/21