Jair Bolsonaro llegó al
poder hace casi un año con un discurso de “hombre fuerte” campeón contra la
corrupción, el crimen y el “comunismo”. Hoy es el mandatario más impopular en
la historia reciente de su país, nulo es su prestigio internacional y su
posición política, precaria.
El presidente brasileño
abusa, como buen populista, de una retórica violenta y antidemocrática. Ataca
constantemente a las instituciones, la justicia y los medios de comunicación. También
es racista y homofóbico, al grado de haberse ganado el apodo de "Hitlerzinho
de los Trópicos".
Ha sido incapaz de construir
una base parlamentaria efectiva y mantiene una pésima relación con el Poder
Legislativo. El Congreso brasileño es difícil de manejar, más aun cuando se
trata de un presidente tan polarizador. Ningún partido cuenta con mayoría parlamentaria.
En la cámara baja, el número de partidos con representación es de 30, y en el
Senado es de 21.
El Partido Social Liberal ,
con el cual Bolsonaro ganó las elecciones, se ha desprestigiado
irremediablemente. Por eso, el presidente acaba de fundar un partido propio anticomunista,
antiglobalizador, defensor del derecho a poseer armas y “promotor de los
valores cristianos”. Su símbolo es el número “38”, el calibre de un revólver.
Cierto, el gobierno ha
tenido algunos éxitos, como la aprobación de la reforma de las pensiones y
haber instituido una paga extra para los que se benefician de la Bolsa Familia,
programa herencia de Lula.
Pero hasta ahí. De potencia
geopolítica en ciernes, Brasil vuelve a ser un país cerrado en sí mismo y acusado
por una gran parte de la comunidad internacional de irresponsabilidad ecológica
a raíz de los incendios en la Amazonía.
Se recuerda con desagrado el
absurdo discurso de Bolsonaro en la ONU, donde acusó a los líderes extranjeros
de amenazar la soberanía de Brasil y tachó de “falacia” la declaración de la
Amazonía como “patrimonio de la humanidad”.
En lo interior, la actual
administración decepciona y quiebra expectativas, con una
economía atrofiada y desencantos también en el tema de la lucha contra la
corrupción. Hasta el entorno cercano del presidente está salpicado por los
escándalos, incluido su propio hijo Flavio, involucrado en oscuras transacciones.
La semana pasada, Bolsonaro decidió frenar un paquete de reformas
económicas el cual incluía cambios importantes al sistema tributario y medidas de
austeridad en los gastos de la función pública.
El presidente teme un efecto de “contagio” de las recientes protestas protagonizadas
en varios países latinoamericanos, más ahora con Lula da Silva libre y capaz de
movilizar a sus simpatizantes.
Un “hombre fuerte” precisa para consolidarse en el poder de mayorías
parlamentarias sólidas. De no contar con ello, es necesario dar lugar a la
negociación y el diálogo. Insistir en las retóricas confrontacionistas es
inadmisible y contraproducente.
Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna "Hombres Fuertes"
4 de diciembre de 2019
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