sábado, 19 de octubre de 2019

Ecuador y el Antídoto contra el Populismo




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De todos los populistas latinoamericanos recientes, el de Rafael Correa es un caso singular. Es quien mayores reconocimientos recibe por haber dejado a su país mejor social y económicamente de cómo lo encontró, y por iniciar un importante programa de construcción de mega infraestructuras para impulsar a Ecuador al futuro.

Además, Correa tiene una destacada formación académica e intelectual, cosa imposible de decir de colegas suyos como Chávez, Maduro, Morales, Ortega y algunos otros populistas de por ahí y por allá.

Sin embargo, como sucede de manera característica con el populismo, muchas de sus políticas asistencialistas se convirtieron en mecanismos clientelares y la construcción de infraestructuras desembocó, en algunos casos, en pozos de corrupción y  endeudamiento.

Los críticos también señalan su incapacidad y/o desinterés de impulsar una economía más diversificada y no tan dependiente de los hidrocarburos, y le reprochan no haber ahorrado más durante la épocas de la bonanza

Muy reprensibles fueron, también, su autoritarismo y sus rasgos de megalomanía. Suprimió instituciones de contrapeso al Ejecutivo, se asumió como la “genuina voz del pueblo” opuesto a los “enemigos de la Patria”, despreció el pluralismo y describió a la oposición como parte del viejo orden “oligárquico y corrupto”.

Víctima  favorita de sus cotidianos vituperios fueron los periodistas críticos. Los acusaba de “manipuladores, golpistas y corruptos”, y de ser “sicarios de la tinta”.

También promovió su imagen de manera constante en los medios. Era adicto a emitir juicios y opiniones sobre prácticamente todos los temas.

Hacía los comicios de 1917, y no sin antes  hacer ciertos escarceos en el sentido contrario, renunció a la reelección. Pero para cuando abandonó el poder, Ecuador exhibía serios problemas económicos consecuencia, sobre todo, de la baja del petróleo.

Su sucesor, Lenin Moreno dio un viraje de 180 grados. Entre las medidas adoptadas para afrontar la crisis fiscal, el gobierno decidió eliminar los subsidios a la gasolina. La semana pasada, grupos afectados decidieron protestar, pero en las manifestaciones pronto se hicieron presentes infiltrados violentos, los cuales perpetraron actos vandálicos, entre ellos el incendio de la sede de la Contraloría Nacional donde, casualmente, se encuentran pruebas de casos penales iniciados contra Rafael Correa.

El expresidente llamó al pueblo ecuatoriano a “resistir” y llamó a su sucesor "el traidor más grande de la historia ecuatoriana y latinoamericana". Exigió su renuncia y se declaró dispuesto a hacer un “nuevo sacrificio”, y presentarse de nuevo como candidato presidencial.

Moreno anunció antier la suspensión de sus reformas económicas. Como le sucedió a Macri en Argentina, no supo aplicar remedios a la crisis con el debido consenso político y con la aplicación de medidas compensatorias. Los ejemplos de Ecuador y Argentina son claros: insistir en fórmulas meramente tecnocráticas no es el antídoto correcto contra el delirio populista.

Pedro Arturo Aguirre 
Publicado en la columna Hombres Fuertes
16 de octubre de 2019

¿Un Gran Timonel para el Siglo XXI?




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Celebró la República Popular China el pasado 1 de octubre su septuagésimo aniversario con un colosal desfile militar. Marcharon unos quince mil soldados y se verificó un magno despliegue de armamentos de última generación, entre ellos los nuevos misiles intercontinentales Dongfeng 41, los cuales pueden alcanzar cualquier punto de los Estados Unidos.

Presidió el líder absoluto de China, Xi Jinping quien, vestido a la Mao, apareció en el mismo balcón de la Puerta de Tiananmen desde donde el Gran Timonel proclamó la fundación de la República. Afirmó Xi en su discurso: "Ningún poder puede detener el progreso de la nación y el pueblo chinos… China ya no es más, ni volverá a ser jamás, el país liberado por Mao, empobrecido y humillado internacionalmente”.


Fue la reafirmación del culto a la personalidad de Xi Jinping uno de los aspectos más notables de estos de estos festividades además, claro, de la obscena exhibición armamentista. 


Desde hacía varios días se veían por doquier en las ciudades chinas grandes arreglos florales glorificando la promesa del dirigente máximo de “realizar el sueño chino”, y miles de pancartas rojas invitaban al pueblo a acercarse al Partido Comunista “con el camarada Xi Jinping como su núcleo".

Porque Xi fue nombrado en el 2016 “núcleo” del partido.


Este culto va en contra de lo dispuesto por Deng Xiao Ping, quien calificó la adoración pública de los gobernantes como “una falta de dignidad política”.

Pero para Xi la personalización  del poder es indispensable. Así, piensa él, China evitará el destino de la Perestroika soviética, fracasada por los excesos en la apertura política, la corrupción y el liderazgo débil de Gorbachev


Por eso, el año pasado, los legisladores aprobaron una reforma constitucional para permitirle mantenerse en el poder de manera indefinida y su ideología “el pensamiento de Xi Jinping sobre socialismo con características chinas para una nueva era”, fue inscrito en la Constitución.

Por eso se intensificará la influencia del partido en  todos los ámbitos de la vida con un “Sistema de Crédito Social” diseñado para evaluar la conducta de cada ciudadano, y con una técnica de reconocimiento facial capaz de identificar -en segundos- a cada uno de los habitantes de este súper poblado país.


Pero Xi deberá enfrentar retos ingentes. Los años  próximos serán de desafíos en los terrenos económico y político. El crecimiento se ralentiza, las tensiones comerciales con Estados Unidos se mantienen y la deuda pública crece en proporciones astronómicas. 


Pero el frente político será el más significativo. Las protestas en  Hong Kong y la negativa de Taiwán a integrarse a China desmienten a quienes descartan a la falta de libertades como un factor destinado a minar el gran poder de China y de su nuevo “Gran Timonel”.


Pedro Arturo Aguirre

Publicado en la columna Hombres Fuertes
9 de Octubre 2019

viernes, 4 de octubre de 2019

Pueblo vs Democracia



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El Pueblo contra la Democracia es el atractivo título de un interesante libro publicado recientemente por Yascha Mounk. Asistimos, nos dice el autor entre otras cosas, a una reacción agresiva de la llamada “soberanía popular” contra el poder tradicional de las élites y los centros de poder tecnocráticos, y solo podremos superarla mediante una mayor y mejor atención a los temas de desigualdad económica y realizando esfuerzos sostenidos y de larga envergadura para “asegurar a los pueblos y las naciones la sensación de que controlan, en verdad, sus vidas y su destino”.


Todo esto viene a cuento porque en pasados días tres líderes populistas sufrieron aparentes derrotas a manos de las instituciones en  importantes democracias.

En Estados Unidos, se ha iniciado el procedimiento para someter a Donald Trump a un juicio de impeachment a causa de los abusos de poder claramente detectados en sus llamadas telefónicas al presidente ucraniano. 


En Italia,  Matteo Salvini fracasó en su burdo afán de adelantar a su arbitrio las elecciones gracias a la intervención del  presidente de la República, Sergio Mattarella, y a la formación de una mayoría gubernamental entre el Movimiento Cinco Estrellas y el Partido Democrático.


En el Reino Unido, el Tribunal Supremo declaró ilegal, nulo y sin efectos el grotesco intento de cierre del Parlamento perpetrado por Boris Johnson y, al decir del periódico The Guardian “Como mago, (a Johnson) los trucos no le salen y como prestidigitador las pelotas se le caen al suelo. Ha quedado reducido al papel de payaso con un enorme tomate rojo en la nariz cuyos chistes ya no hacen gracia a nadie”.


Pero, aunque suene increíble, las encuestas de opinión más recientes ponen a los conservadores de Boris y a la Liga de Salvini delante de sus adversarios, y los republicanos siguen, casi por completo, entregados a Trump.


Tres presuntos “tribunos del pueblo” fueron humillados, pero muy mal haríamos en considerar esto el inicio de la decadencia autoritaria. Harán sus próximas campañas presentándose como “víctimas de los políticos tradicionales” y como si se tratara de una batalla del Pueblo contra los parlamentos. 


Muy probablemente les funcione la estrategia. Así pasa con muchos populistas por todo el mundo, se mantienen populares pese a ser visiblemente falaces, bribones  e  inescrupulosos. 


Los parlamentos norteamericano, británico e italiano han demostrado un alto grado de resiliencia institucional, sin embargo no se percibe un “reflujo populista” como consecuencia de tan significativos acontecimientos.


La expresión populista sigue vigente porque sus raíces son profundas: creciente desigualdad socioeconómica, frustración de expectativas, elitismo, crisis culturales e identitarias. Para revertirla no bastará con la resiliencia institucional, ni con autocomplacencias, ni con evidenciar a los demagogos como farsantes. Como dice Mounk, “Las democracias empezaron a ser iliberales como resultado de gobiernos liberales poco democráticos”. 


Pedro Arturo Aguirre
Publicado en la columna Hombres Fuertes 
2 de octubre de 2019