domingo, 17 de abril de 2011

Dilma do Brasil



Dilma Rousseff cumplió la semana pasada sus primeros 100 días de gobierno y en este tiempo ha conseguido lo que muchos pensaban no podría hacer en todo su mandato: imprimirle a su gestión un estilo propio y establecer diferencias clave con su carismático antecesor y mentor, sobre todo en el rubro de la política exterior.



De personalidad recia pero discreta y pragmática, la primera presidenta mujer de Brasil cuenta hoy con el respaldo del 73% de los brasileños. Quienes dudaban de su capacidad de gobernar han descubierto en ella un liderazgo fuerte, menos exuberante que el de Lula, pero con una marca propia de su personalidad, más técnico-administrativa y eficiente. La firmeza de la mandataria se notó, primero, a la hora de la distribución de cargos, cuando no cedió ante la presión de los otros partidos que integran la coalición gobernante junto con el Partido de los Trabajadores, y cuando enfrentó, con éxito, a las centrales sindicales que buscaban un aumento mayor del salario mínimo, que ella no estaba dispuesta a conceder en momentos en los que la prioridad es reducir las presiones deficitarias que pesan como fardos sobre las cuentas públicas brasileñas. En ese sentido, también anunció, sin titubeos, un necesario ajuste fiscal destinado a recortar el presupuesto en unos 30,000 millones de dólares. También congeló las contrataciones en el sector público. Por otra parte, destacó la rápida y eficaz respuesta a las inundaciones y deslaves en la zona serrana del estado de Río de Janeiro y la emotiva respuesta a la masacre escolar en Río la semana pasada, cuando se la vio lagrimear frente a las cámaras, lo que le permitió a Dilma enseñar su aspecto más sentimental y demostrar que no es sólo una dura tecnócrata. .


Más importante ha sido su distanció de los estrechos vínculos que había forjado Lula con el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad. Por otra parte, mantiene distancias con Estados Unidos sobre las trabas comerciales estadounidenses a productos brasileños, y en relación a la guerre civil en Libia, pero sin hacer de estas diferencias una cuestión ideológica. Desde luego, habrá que ver cómo reaccionará Brasil ante los abusos contra los derechos humanos en Cuba o en China, país este último que se ha convertido en un importante aliado brasileño. Esta semana Dilma asistió a la cumbre de los BRICS en China.


Muchos son los retos que Dilma enfrentará en el futuro inmediato. Se viene el desafío político de crear una Comisión de la Verdad para investigar las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura, y en materia económica el panorama se complica por un leve pero sostenido aumento de la inflación y la incesante valoración del real frente al dólar, que vuelve los productos brasileños menos competitivos ante el gran flujo de importaciones y provoca serios daños a la industria local. Pero en estos 100 días la presidente ha demostrado al mundo que posee la suficiente competencia y sensibilidad para dirigir a buen puerto al gigante amazónico.

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