miércoles, 16 de marzo de 2011
Khadafi: ¿Impunidad garantizada?
Llevo días tratando de terminar el capítulo “Khadafi” para mi blog de historia mundial de la megalomanía y confieso que el personaje se me complica. Se trata de un megalómano complejo, sobreviviente singular cuya astucia, a la par que su infamia, ha quedado más que acreditada a lo largo de las largas cuatro décadas que ha ocupado el poder. Un líder infinitamente más inteligente que, digamos, Saddam Hussein, quien conoce a fondo los entresijos de la política internacional y sabe jugar muy bien con ellos. Es falso que Khadafi sea únicamente un loco desconectado de la realidad, como opinaron muchos analistas occidentales luego de ver la delirante intervención del líder blandiendo su famoso libro verde y amenazando a los alzados con la pena de muerte en su primera aparición pública tras estallar la revuelta democrática. Lo cierto es que este déspota tiene los pies bien plantados en la tierra, ha respondido a la crisis con gran determinación y ha sabido mover inteligentemente sus fichas, para desgracia no sólo del sufrido pueblo libio, sino de las emergentes aspiraciones libertarias de los pueblos árabes. También el resto de la comunidad internacional tiene razones de sobra para desear el derrocamiento del tirano, pese a lo cual no han hecho nada concreto para propiciarla, más allá de aprobar un paquete de sanciones. Occidente no ha tenido el estómago para intervenir militarmente en Libia. Estados Unidos está entrampado en Irak y Afganistán como consecuencia funesta de los errores de Bush Jr. Europa demostró otra vez y como nunca antes su inoperancia e impotencia como potencia mundial y las potencias emergentes reiteraron su absoluta falta de compromiso con los valores de la democracia y la defensa de los derechos humanos.
Es cierto que una intervención militar tiene grandes riesgos, pero las consecuencias de un triunfo de Khadafi serían sumamente negativas. La lección que occidente deja al mundo por su pasividad es que las naciones que aspirar a la libertad nada pueden esperar de las potencias. Se sanciona la tolerancia a la represión y a la brutalidad de los sátrapas que se nieguen a dejar el poder y apelen al uso de la fuerza bruta. Los primeros en entender este triste mensaje han sido los autoritarios gobernantes de Arabia Saudita, que han enviado tropas a Bahrein para apoyar la labor represiva del régimen en contra de sus ciudadanos. La impunidad parece garantizada.
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