martes, 3 de junio de 2014

Las Dos Caras del Populismo


El lamentable éxito del antieuropeísmo en las pasadas elecciones europeas no hizo sino confirmar como se parecen las posturas y discursos de  los populismos autoproclamados de izquierda, "nacionales y populares" y los populismos de derecha. Y es que, en realidad, el populismo no es "ni de izquierda ni de derecha", sino una doctrina sustentada por el lenguaje del agravio, centrada en identificar al enemigo, anti institucional, mesiánica e hipernacionalista. En el populismo lo que impera es siempre el odio, siempre el rechazo frontal, siempre el maniqueísmo más pueril, siempre dos bandos separados y  enfrentados por el veneno del rencor. En América Latina los populistas enfilan baterías contra la “oligarquías”, “los intereses foráneos”,” El imperialismo, los pitiyanquis”. En Europa son los inmigrantes, Bruselas, el Euro. En ambos casos se trata de expresiones mesiánicas, poderosamente voluntaristas y que siempre derivan en la exaltación de un  líder que una sabiduría superior. En un nuevo contexto de crisis económica global, el populismo de izquierda y derecha vuelve a plantear una resolución del problema de la representación en la democracia. No entiende la política como un diálogo, sino más bien como una lucha entre leales y traidores.
Hoy el populismo procura establecer una forma autoritaria de gobierno formalmente “democrático”, pero que en realidad es profundamente “iliberal” ya que desconfía de las instituciones y la división de poderes. También rechaza el pluralismo, como posibilidad de que distintas posiciones políticas puedan tener diferentes verdades y legitimidades. Ironías de la historia, los populistas de izquierda y de derecha exaltan la figura del líder ruso Vladimir Putin como ejemplo de lo que es un buen gobernante. No por  casualidad Para el populismo, hay una verdad única que emana de la palabra del líder, único genuino intérprete de los deseos de pueblo y de la nación.  Esta verdad cambiante a la medida de los cambiantes pensamientos del líder es la base de la teológica política del movimiento, en sus distintas acepciones de derecha e izquierda. En Europa, los populismos de derecha definen a los "enemigos" como ajenos al "pueblo" y como culpables de la crisis. En América latina, la historia es diferente: por suerte el racismo no es relevante (aunque se percibe un claro antisemitismo en los líderes de la Revolución Bolivariana) , la imagen del enemigo es más bien abstracta y cambia a la medida de críticos y circunstancias. Los enemigos y los culpables de la crisis no son inmigrantes, sino más bien aquellos ciudadanos críticos del gobierno, a los que califica de “oligarcas”.


Emergen los populismos y la democracia liberal se encuentra en una profunda crisis. Pero con el populismo no alcanza, nunca ha alcanzado, para superas de forma genuina los problemas sociales. Sin duda atractivos son los esquemas maniqueos y simplista, sobre todo en épocas de turbulencias. Más bien suele suceder lo contrario: los movimientos que hacen gala de representación popular conducen el país hacia el paternalismo, la pobreza y la mediocridad.




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