José López
Portillo alguna vez dijo que era obligación de los expresidentes de México
entregarse a una inmolación política “semejante a la de Quetzalcóatl”, quien
después de haber sido un poderoso y sabio dios un día decidió prenderse fuego
tras descubrir que había sido burlado por Tezcaltipoca. Así debía de ser en un
sistema político donde el presidente era el protagonista principalísimo. Nadie
podría hacerle sombra al Sr. Presidente en turno, mucho menos los ex
presidentes, personajes que por precisamente haber sido Tlatoanis podían ser
potencialmente peligrosos competidores. Por eso pasaban a un proceso de
degradación, algunas veces brutal, desde el momento mismo en que entregaban la banda al sucesor.
Condenar al
ex presidente al ostracismo fue característico de la política mexicana. Se les
vilipendiaba a veces desde la mismísima presidencia, como aquel dedo
admonitorio de Ruiz Cortines con el que censuró los excesos de corrupción del
gobierno de su antecesor, o la críptica declaración de Echeverría al denunciar
a los “los emisarios del pasado”. Este
fenómeno no sucede en otros sistemas presidenciales. En Estados Unidos los
expresidentes gozan de la estima general y sus retiros son casi siempre muy
activos con la construcción de “bibliotecas presidenciales”, creación de
fundaciones e incluso –a veces- con un destacado activismo en política
internacional. En los regímenes
parlamentarios europeos tal retiro, en muchas ocasiones, ni si siquiera existe,
y así vemos a una buena cantidad de ex primeros ministros aun como jefes de sus
respectivos partidos tratando de volver al poder o como cabezas de grupos
políticos que conservan un importante grado de influencia. Pero en México de
eso, ni hablar. En las primeras décadas del dominio priista era raro ver a un
ex presidente volver a ocupar una
posición púbica. Ruiz Cortines precisaba que pertenecía "a la augusta
institución de los ex, quienes tienen como primer deber respetar al que es y
evidenciar absoluta disciplina”. La excepción la hizo el general Cárdenas,
quien ocupó la Secretaría de Defensa durante la Segunda Guerra Mundial, pero dejó el encargo en el momento preciso en
que terminó la contienda. Cárdenas también representó un cierto matiz en esto
de permanecer completamente retirado de la política al conservarse como un
referente para la izquierda, aunque siempre absteniéndose meticulosamente de
tratar de influir en las decisiones del presidente o en los vaivenes del partido
oficial.
A fines de
1961, Adolfo López Mateos llamó a los ex “valiosos activos de la Revolución” y les
otorgó inanes cargos honoríficos. Fue el hiperactivo Luis Echeverría Álvarez quien,
previendo cuál sería su papel una vez abandonada la presidencia, decretó
pensiones generosas de por vida a los ex presidentes además del acceso a hasta 103
colaboradores, entre personal administrativo y cuerpo de seguridad. Hoy los ex
presidentes nos cuestan más de 4 millones de pesos mensuales por cabeza con el
pretexto de los “valiosos servicios prestados a la nación”. También Echeverría
soñó con reconocimiento internacional a su labor en pro del Tercer Mundo, algo así
como la secretaria general de Naciones Unidas o el Premio Nobel de la Paz, pero
lo más que logró fue la embajada mexicana en Australia y las Islas Fiji. En
2006 sufrió la humillación de ser el primer ex presidente mexicano en ser
formalmente encausado judicialmente como presunto responsable de crímenes
cometidos en las represiones de los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971.
Aunque jamás pisó la cárcel y fue finalmente absuelto, el otrora “líder del
Tercer Mundo” vive una vejez de lo más oprobiosa. ¿Morirá algún día?
El destino
de los expresidentes que vinieron después de don Luis no fue mucho mejor. López
Portillo jamás volvió a ocupar un puesto público, pero nos regaló sus entretenidas
memorias, deliciosas para quienes gustan de los delirios del poder. Discreta
fue la labor de Miguel de la Madrid la dirección del FCE. Zedillo renunció a la
pensión y “sobrevive” de chambitas que se ha conseguido por aquí y por allá. Salinas
escribió una de las páginas más pintorescas en la historia de los expresidentes
con su huelga de hambre. A la mala entendió que su desprestigio lo anulaba para
cualquier intento de regreso a la vida pública, por lo menos a terreno abierto.
Con la
alternancia llegó el debilitamiento de la figura presidencial y un
redimensionamiento de la función política formal de los expresidentes. Fox
imita a sus contrapartes gringas con su famoso Centro de Estudios-Museo-Rancho de
Guanajuato, además de que no nos ha privado de sus siempre geniales
declaraciones. Calderón demuestra sus ganas
de ser factor dentro de su partido: declara en torno a candidatos (¡Está
pedo!) y promueve a su señora como posible candidata a la presidencia en el
2018. ¡Pobre Margarita, su verdadera ambición es ser algún día directora del
Instituto Asunción!