lunes, 7 de octubre de 2013

Il Policcinela di Milano


 
Parece que, ahora sí, será el fin de la carrera política de Silvio Berlusconi, la cual arribó para el magnate de Milán de la más ominosa forma: con la traición de sus correligionarios y entre abucheos y silbidos de sus adversarios tras la histórica sesión parlamentaria que rechazó una moción de censura que él había promovido días antes al ordenar la renuncia al gobierno de sus ministros afines. El viejo caimán perdió su olfato político, enredado como está en una serie de procesos judiciales. Como todo megalómano, terminó por perder el sentido de realidad por completo. El motín protagonizado por 26 parlamentarios de su propio partido le demostraron a Berlusconi que no es momento de maniobras políticas,  que al país le urgen respuestas concretas a sus problemas -múltiples y crecientes en estos tiempos- y de que no ya es admisible generar una crisis política por atender los problemas personales de un bufón. Nadie lo respaldaba en su irresponsable pedido de ir nuevamente a las urnas, ni siquiera sus antiguos aliados de  empresariado y del episcopado, conscientes todos de que con la actual ley electoral, (por cierto promovida por Berlusconi y que ahora  su autor califica de cómo “una cerdada”), sólo pueden dar un resultado de ingobernabilidad en el escenario político fracturado que hoy domina a Italia.

Ahora sigue para Il Cavaliere su ignominiosa expulsión del parlamento para que enfrente los  procesos judiciales que tiene pendientes, entre ellos, el juicio por el caso Ruby por prostitución de menores y abuso de poder, por el cual ya fue condenado en primer grado a siete años de prisión y prohibición de ejercer cargos públicos.

¡Ah, pero vaya que ha dsido una muerte lenta la de este gran payaso! Una y otra vez Berlusconi se levantó de sus escándalos como Ave Fénix desde que comenzó -a fines de 1994- su azarosa carrera política como cabeza de una presunta “rebelión ciudadana” contra la corrupta clase política de la llamada Primera República. Berlusconi dominó, para mal, el escenario político italiano con ascensos y caídas. Especialmente se habló de su derrumbe definitivo cuando, en noviembre de 2011, en plena crisis financiera, se vio obligado a renunciar bajo presión de los mercados y de Angela Merkel para ser reemplazado por austero tecnócrata y el ex comisario europeo y profesor universitario Mario Monti. Pero Berlusconi, pese a estar mal herido políticamente, hizo caer a Monti y se mostró como un aguerrido tigre en la campaña política subsiguiente cuando, pese a que fue denunciado por sus mentiras, logró una remontada impresionante ante sus adversarios del Partido Democrático, de centroizquierda. Muchos fuimos los que pensamos entonces que los italianos no tienen remedio. Pero fue su “último lance de Aquiles”. La rebelión protagonizada por varios de sus más fieles alfiles, encabezada por su delfín, Angelino Alfano, representa una vuelta de página para Italia. O por lo menos eso se espera.

Berlusconi perdió su gran apuesta. Jugó fuerte, intentó hacer caer a Enrico Letta para que hubiera luego elecciones anticipadas y ser candidato, pero los más responsables (y, también hay que decirlo, ambiciosos) vieron el momento de deshacerse el polichinela y de forma clamorosa dieron marcha atrás. Podría esta ser una novedad absoluta en el panorama enredado y fársico panorama  político italiano. Ojalá.