Por más que las leemos y las analizamos, no dejan de perturbar las cifras que arroja la violencia en México. Por ejemplo, hasta hace no mucho nos parecían lejanos conceptos como el de “niños sicarios” u otros para describir la violencia de nuestra realidad. Hoy tenemos que en los últimos tres años se ha triplicado el número de homicidios entre los jóvenes. El 35 por ciento de los detenidos en esta guerra contra el narcotráfico son jóvenes, al igual que el 30 por ciento de los 50 mil muertos y el suicidio es la tercera causa de muerte entre jóvenes. Del año 2000 a la fecha, casi se ha duplicado la tasa de suicidios juveniles y uno de cada tres jóvenes que se quitaron la vida no tenían trabajo. Estas cifras no pueden ser sino espeluznantes.
Y desgraciadamente hay más. Aproximadamente 75 mil jóvenes, han sido reclutados por las organizaciones delictivas, y 4 mil 44 menores de edad han sido arrestados en lo que va del sexenio por cometer diversos delitos. El homicidio ya es la primera causa de muerte entre los jóvenes de México. Siete mil 348 jóvenes entre 15 y 19 años, han muerto en los últimos tres años, 147 por ciento más que en 2007.
Y Esto sucede, paradójicamente, mientras países antes considerados “subdesarrollados” son ya nuevas potencias emergentes. Uno de sus secretos para el éxito ha sido la educación. Las naciones con aspiraciones de desarrollo en este siglo XXI son aquellas que capacitan y educan a su población joven. México es un país todavía mayoritariamente joven. Tenemos lo que se llama “bono demográfico”, la gran ventaja competitiva en el mundo, pero lo estamos perdiendo. Y la única manera de aprovecharlo es con educación masiva, gratuita y de calidad. Pero lejos de actuar conforme a esa colosal verdad, el gobierno federal presentó una iniciativa de gasto, donde la educación sólo crecería 0.3 por ciento. ¡Tres décimas de punto es una cifra ridícula!El gobierno federal ha optado por un presupuesto de guerra en el
que invierte demasiado en seguridad y poco en atacar las causas estructurales de la delincuencia. Pero no nos equivoquemos al creer que hay violencia sólo cuando se escucha el detonar de la pólvora. Hoy nuestros jóvenes padecen una violencia silenciosa, a veces oculta pero siempre presente. Es la violencia de la exclusión social.
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